“Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios” (Efesios 2:8)

jueves, 11 de mayo de 2023

GRACIA A USTEDES Y PAZ


Por: Gerson Morey

«… en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia a ustedes y paz» (1 Tesalonicenses 1:1).

El conocido saludo con el que Pablo inicia sus cartas, «gracia y paz», son palabras que comunican mucho más que un simple saludo.

En el pensamiento de Pablo, la palabra «gracia» es una realidad profunda e insondable. El concepto de gracia para este siervo de Dios era tan vasto que satura todas sus cartas. Pero desde una perspectiva general, «gracia» hace referencia al favor inmerecido que Dios mostró en la salvación de los pecadores, es su bondad y misericordia mostradas a personas indignas. 

«Gracia» es esa condescendencia que Dios muestra por los pecadores. Es eso lo que mueve a darles lo que no merecen y tratarlos con bondad. Gracia es lo que Dios otorgó a los hombres en la persona de Cristo. Finalmente, la gracia es una persona: Jesucristo.

La paz, por otro lado, es el resultado de la obra de gracia efectuada por Cristo. La paz es el efecto del movimiento de la gracia. El hombre está enemistado con Dios por su pecado. El pecador es un enemigo de Dios, pero en virtud de esa obra de gracia, Cristo ha obtenido paz para nosotros. Cristo llevó la ira de Dios por nuestros pecados y ahora nos ha reconciliado con Él. La paz con Dios es el fruto y efecto de la gracia.

Ahora bien, estas dos gloriosas realidades están tan presentes en la mente y el corazón de Pablo, que las ha incorporado en algo tan sencillo y cotidiano como un saludo. Pablo está tan tomado por esta gracia y por su efecto, que no puede evitar ser desbordado por ella. La gracia lo sobrepasa, lo sobrecoge y lo domina. La gracia le gana.

Entonces, ¿por qué Pablo empieza sus cartas diciendo: «Gracia a ustedes y paz»? Creo que podemos decir que su razón para este saludo puede ser descrita de tres maneras:

Primero, porque lo hace como una descripción del evangelio. En este saludo se está haciendo hincapié en lo que mueve a Dios para salvarnos (gracia) y en el efecto de esa salvación (paz). 

Segundo, es una celebración del evangelio. Cuando Pablo dice «gracia y paz», celebra que ahora tenemos lo que antes no teníamos. Antes estábamos condenados por el pecado y enemistados con el Creador. En Cristo, hoy estamos bajo los nuevos beneficios de un nuevo estado de cosas: «Gracia y paz».

Tercero, estas palabras reflejan un deseo por una mayor y más profunda experiencia de la gracia y la paz. Un llamado a procurarla y a depender de ellas. Este saludo también supone un llamado a ser dominados por la realidad de nuestra redención; una invitación a dejar que todo lo que somos y tenemos en Cristo sea lo más fundamental de nuestra vida.

¡Gracia y paz a ustedes!

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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lunes, 1 de mayo de 2023

¿CUÁLES SON LOS SIETE PECADOS CAPITALES?

 


Por: Leo Meyer 

Los siete pecados capitales constituyen una lista de vicios de la carne dada a conocer por el papa Gregorio Magno (siglo VI d. C). Es decir, no es un listado que aparezca en la Biblia, aunque son pecados que las Escrituras sí tratan.

Aunque el inventario ha tenido variaciones en el orden luego de su publicación, se ha mantenido su esencia. Dicha enumeración ha sido popular, sobre todo en el contexto de la religión católica, y validada tanto por el teólogo Tomás de Aquino en una de sus obras, como por Dante Alighieri en La Divina Comedia.

El orden en que se presentan estos pecados es: la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Se denominan como «capitales» porque son considerados como la fuente de otros pecados y porque el corazón humano está generalmente inclinado a ellos.

Los siete pecados capitales

La utilidad de revisar la lista se encuentra en que, al estar conscientes del alcance de estos vicios y la probable tentación que tenemos hacia ellos, podemos reducir su avance y evitar tropiezos, solo si dependemos de Dios en la lucha contra el pecado.

Como el médico atiende primero a una persona herida de bala antes que a alguien con indigestión, es prioritario que corramos a poner cierre al conducto por el que rápidamente estos pecados emergen. A continuación, presento estos vicios con una breve definición.

La soberbia

Es el pecado del altanero, la actitud de mirar a los demás con desdén. La Real Academia Española define la soberbia como la «altivez y el apetito desordenado de ser preferido a otros». El soberbio experimenta cierta complacencia con sus propias dotes, posesiones o habilidades. La soberbia combina la egolatría con una denigración a los demás. La deshonra sigue a la soberbia. Sin embargo, es de sabios evitarla:

“Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; pero con los humildes está la sabiduría”. (Pr 11:2)

“Por la soberbia solo viene  la contienda, mas con los que reciben consejos está la sabiduría”. (Pr- 13:10).

La avaricia

Aunque sutil y sigiloso, el pecado de la avaricia es común en el corazón humano y ciertamente puede fomentar la práctica de otros, como el egoísmo y el odio. Este pecado se caracteriza por la búsqueda de riquezas. Es contradictorio, pero el avaricioso tiende a vivir una vida miserable puesto que nunca está satisfecho y carece de amigos auténticos, porque su comportamiento aleja a los pocos que tiene. El carácter cristiano se caracteriza por evitar este mal:

“Sea vuestro carácter sin avaricia, contentos con lo que tenéis, porque Él mismo ha dicho: Nunca te dejare ni te desamparare,”  (Heb 13:5).

La lujuria

Este deseo intenso de la carne y que deshonra a Dios no solo hace pecar al hombre o a la mujer en conducta, sino también en pensamiento. Cuando existe en el individuo un deseo sexual desmedido, que imagina concretarlos en forma inadecuada, entonces la lujuria ha entrado en acción. En contraste, el deseo sexual sano fue creado por Dios para el disfrute de la persona dentro del marco matrimonial:

“Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios.  (Heb 13:4).

La ira

Podemos definir la ira como una fuerte emoción de enojo acompañado de deseos de venganza, lo cual conduce a la persona a otros actos pecaminosos. Cuando el dominio propio es escaso en el carácter de un creyente, tendrá problemas derivados de la ira:

El hombre de gran ira llevará el castigo, porque si tú lo rescatas, tendrás que hacerlo de nuevo”. (Pr 19:19).

La gula

Describe un apetito desordenado por comer y beber. Bien lo expresa un autor: «La gula es decir “más” a cualquier cosa cuando deberías decir “basta”». Como los demás pecados capitales, la gula también reproduce otros vicios incoherentes con el evangelio. Alrededor de este mal han estado envueltos la lujuria y la vanidad, entre otros deseos pecaminosos destructivos.

La envidia

Es uno de los «virus» más comunes que se alojan en el alma humana. La envidia corroe el alma como el óxido al hierro. Amarga el corazón y debilita la mente, conduciendo al individuo a la enemistad y el recelo. El sabio mantiene alejada de su casa esta infección, no vaya a ser que convierta su vida en un desastre, como Saúl:

“Entonces Saúl se enfureció, pues este dicho le desagradó, y dijo: Han atribuido a David diez miles, pero a mí me han atribuido miles. ¿Y qué más le falta sino el reino? 9 De aquel día en adelante Saúl miró a David con recelo”. (1 S 18:8-9).

La pereza

La falta de diligencia en lo que se debe hacer caracteriza nuestra época. La diligencia es productiva mientras que la negligencia es improductiva. El trabajo diligente y sabio puede traer buenos frutos y hacer prosperar. Sin embargo, la pereza es una pasividad destructiva; enferma el alma y la contamina como la gangrena lo hace al cuerpo. La medicina contra este vicio se nutre del consejo del proverbista:

«¿Hasta cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?» (Pr 6:9).

La Escritura, Cristo y el Espíritu Santo

Aunque es útil conocer esta lista de pecados, ningún cristiano debería sobrevalorarla, puesto que la Biblia no se limita a hablar solo de estos pecados.

“Al estar unidos a Cristo, contamos con el poder del Espíritu que nos asiste en nuestra debilidad”

Los cristianos afirmamos que la Biblia es suficiente para instruirnos sobre nuestro crecimiento conforme a Cristo:

“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra”. (2 Ti 3:16-18).

No obstante, podemos acudir a la historia de la iglesia para encontrar sabiduría, reflexionar y aprender.

El apóstol Pablo provee la clave para que el cristiano derrote esos pecados influyentes. Su exhortación es:

«Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne» (Gá 5:16).

Nos conduciremos con sabiduría e integridad si como cristianos escuchamos con atención esta exhortación y la obedecemos con prontitud.

Ningún pecado puede ser vencido sin el poder del Espíritu Santo. Al estar unidos a Cristo, contamos con el poder del Espíritu que nos asiste en nuestra debilidad y nos capacita para someter a Él nuestras pasiones carnales (Ro 6:12-14).

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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sábado, 29 de abril de 2023

6 VERDADES SOBRE LOS DESIERTOS ESPIRITUALES

Por: Samuel García 

Hay etapas en las que sentimos a Dios tan cerca, que nuestro corazón rebosa de alegría y gratitud. Pero también hay momentos cuando Dios parece tan distante y nos sentimos tan solos, que el alma no parece dar frutos.

La vida en la fe se describe, en general, como un peregrinaje en el desierto hacia la ciudad celestial; sin embargo, durante la misma también enfrentamos otros desiertos. Hay momentos oscuros en nuestra vida que podemos catalogar como desiertos espirituales.

Los desiertos son lugares áridos caracterizados por la ausencia de vida. No son lugares apreciables a la vista, en comparación con otros ecosistemas con paisajes llamativos. La imagen bíblica de los desiertos es similar. De hecho, se le presenta como un lugar de soledad.

Por ejemplo, en el desierto Jesús pasó hambre y sufrió los ataques de Satanás. Sin embargo, se deja ver, por la manera en la que el relato está estructurado, que era necesario para Jesús estar allí, antes de comenzar Su ministerio público.

Lo mismo sucede con los desiertos espirituales que vivimos nosotros. Muchas veces Dios nos permite atravesar tiempos difíciles, donde nos da herramientas útiles para la vida cristiana.

En la Biblia encontramos que los desiertos son de gran provecho para el crecimiento espiritual, además de proveernos valiosas lecciones para la vida. Por esta razón, en este artículo mencionaré seis verdades que debemos considerar cuando Dios nos permite atravesar por un desierto espiritual.

1) El desierto es enviado por Dios

Una de las razones por la que, cuando atravesamos un desierto, automáticamente pensamos que estamos pagando por algún pecado es porque nuestra mente funciona bajo la naturaleza caída. Es cierto que, a veces, lo que nos sucede es el resultado de malas decisiones o la consecuencia de algún pecado. Pero, por encima de todo, está la obra soberana de Dios y en ese sentido los desiertos llegan por Su voluntad (cp. Job 2:10).

“En la Biblia encontramos que los desiertos son de gran provecho para el crecimiento espiritual”

Si el desierto que atravesamos es la consecuencia de algún pecado, entonces atravesarlo es una oportunidad para arrepentirnos. Pero si no lo es, todavía podemos confiar en que Dios lo está permitiendo con algún propósito. Por lo tanto, es mejor recordar y confiar en esos momentos que Dios es soberano, pues Su soberanía nos ha traído hasta el valle de sombra.

2) El desierto no significa que Dios nos abandona

A pesar de que los desiertos son momentos sombríos, hay suficientes razones para creer que Dios camina a nuestro lado. El hecho de que la presencia de Dios sea difícil de notar en la sequedad del desierto no quiere decir que Su presencia no esté allí (cp. Sal 23:4).

No existe lugar dónde podamos estar fuera de la presencia de Dios (Sal 139:7-12). Lo que suele suceder es que, cuando nuestra atención está puesta en los problemas que enfrentamos, perdemos de vista que Dios siempre es fiel.

Algo parecido experimentó Pedro cuando caminaba sobre las aguas y quitó la vista del Señor (Mt 14:29-31). Muchas veces nos sucede igual: nos enfocamos en los problemas y nos ahogan las circunstancias, y entonces nos es difícil ver a Dios a nuestro lado. Si atraviesas un desierto, puedes animarte al recordar que Dios sigue a tu lado.

3) El desierto nos trae bien

Es muy fácil decir: «a los que aman a Dios todas las cosas cooperan para bien» (Ro 8:28), hasta que experimentamos la adversidad. Lo cierto es que muchas veces es un misterio por qué Dios nos permite atravesar algunas circunstancias dolorosas.

En esos momentos necesitamos anclar nuestra esperanza en las promesas de Dios en Su Palabra. Por ejemplo, es esperanzador que la Biblia nos cuenta cómo los desiertos, o los sufrimientos, trajeron frutos en personas que Dios usó para Sus propósitos.

Por ejemplo, Moisés pasó cuarenta años en el desierto de Madián. Allí aprendió lecciones que luego aplicó para guiar a la nación de Israel por el mismo desierto los próximos cuarenta años. De manera similar, los desiertos espirituales traen experiencias que nos acercan más al Señor. Son momentos que Dios usa para formar nuestro carácter.

4) El desierto es temporal

La vida cristiana no siempre es fácil, pero tampoco es solo de sufrimiento y dolor. David da a entender que el valle de sombra de muerte es pasajero (Sal 23:4). No obstante, aunque el tiempo de soledad es temporal, debe ser aprovechado mientras dura.

Cuando estamos sufriendo, nos ayuda recordar que el desierto terminará, pues descansamos al saber que pasamos por algo que no durará por siempre. Pero, por otro lado, es oportuno que nos valgamos de la ocasión para crecer en lo que Dios quiera formarnos. En ese sentido, los desiertos son oportunidades de crecimiento que podríamos desperdiciar a la hora de atravesarlos. 5) El desierto nos forma.

La meta fundamental del cristiano es ser más como Cristo (Ef 4:13). A este proceso se le conoce como santificación. Nuestra santificación comienza cuando venimos a Cristo y luego el Espíritu sigue trabajando en nosotros el resto de la vida hasta que lleguemos a la gloria. Por lo tanto, se espera que mientras más años tengamos en la vida cristiana, más nos parezcamos a Cristo.

“Dios nos está permitiendo los desiertos con el propósito de hacernos como Su Hijo Jesús”

Una de las mejores herramientas que Dios usa para hacernos más como Cristo es el desierto espiritual. Por esta razón, mientras atravesemos estos momentos difíciles, recordemos que estos tiempos son como campos de entrenamiento que Dios usa para formar en nosotros un carácter más como el

de Cristo. Él aprendió la obediencia por Sus padecimientos (Heb 5:8). Si fue una realidad para Cristo, que es el Mesías y es completamente perfecto, no hay duda de que será una realidad, incluso mayor, para nosotros que somos pecadores.

6) El desierto es para la gloria de Dios

El apóstol Pablo deja en claro que el propósito final de nuestra elección es la gloria de Dios (Ef 1:6, 14). Dios recibe la gloria cuando, después de atravesar un desierto, crecemos a la imagen de Cristo.

Así que, recordemos el propósito de nuestra elección y atravesemos los momentos oscuros del alma confiando en que el resultado de nuestras aflicciones traerá gloria a Dios. Pues mientras sufrimos, estamos siendo formados más a la imagen de Aquel a quien pertenecemos.

Por otro lado, si nuestro deber es hacer todo para la gloria de Dios (1 Co 10:31), entonces también lo es atravesar los desiertos con una actitud que le dé gloria a Dios.

La esperanza en medio del desierto 

Si los enfrentamos con esperanza, los desiertos espirituales pueden ser temporadas que nos traigan beneficios espirituales. Mientras sentimos que luchamos con Dios buscando un porqué, Él permite los desiertos con el propósito de hacernos más como Su Hijo Jesús. Quizás no podemos percibir esta bella voluntad por estar buscando el porqué de nuestro desierto.

Mi oración es que este artículo despierte en ti una actitud de esperanza en medio del desierto que estés atravesando. ¡Aprendamos a ser receptivos y ver el desierto como un tiempo de crecimiento espiritual! Recordemos el buen resultado que puede llegar tras los desiertos. Saquemos el provecho que Dios desea para nuestra vida: crecer y ser más como Cristo.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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miércoles, 26 de abril de 2023

¿CÓMO PUEDE DIOS JUSTIFICAR AL IMPÍO Y SEGUIR SIENDO JUSTO?


Por: Sugel Michelén

¿Es acaso que Dios decide pasar por alto nuestra culpabilidad y decretar una amnistía? ¡De ninguna manera! La justificación y la amnistía no son sinónimas.

Cuando se proclama una amnistía se está pasando por alto un mal proceder y renunciando llevar el caso a la justicia (esta palabra proviene del griego amnestia que significa “olvido”). Pero si Dios hiciera algo así estaría actuando en contra del más elemental principio de justicia establecido por Él mismo:

“El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación a Jehová” (Pr. 17:15).

Dios no puede hacerse de la vista gorda en lo que respecta a nuestros pecados, porque de hacerlo así dejaría de ser justo; y si Dios dejara de ser justo dejaría de ser Dios.

Sin embargo, en Rom. 4:5 Pablo dice claramente que “Dios justifica al impío”. ¿Cómo puede Dios hacer eso, declarar justo a un culpable, y al mismo tiempo seguir siendo justo? Imputándole a Cristo nuestros pecados, e imputándonos a nosotros la justicia perfecta de Cristo por medio de la fe.

Y aquí hemos introducido otro término teológico que necesita ser explicado: la palabra “imputación”. Esa es la traducción literal de la palabra que RV traduce como “contada” en Rom. 4:3: “Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia”.

El significado básico de este término es “poner en la cuenta de alguien o acreditar”. Cuando un niño hace algo malo, y luego le dice al padre que fue su hermano quien lo hizo, él está imputándole su falta a su hermano.

Una de las ilustraciones más hermosas de imputación del Nuevo Testamento la encontramos en la carta de Pablo a Filemón. Allí se trata el caso de un esclavo llamado Onésimo, el cual había escapado de su amo, y muy probablemente después de haberle robado.

De una manera providencial este esclavo se topa con Pablo en Roma, quien le predica el evangelio. Onésimo se convierte, y ahora Pablo lo envía de vuelta a su amo pidiéndole en una carta que lo reciba de nuevo, ya no como un esclavo, sino como un hermano en Cristo.

“Y si en algo te dañó, o te debe – le dice Pablo en el versículo 18, ponlo a mi cuenta” (la misma palabra de Rom. 4:5). Pablo le pide a Filemón que la deuda de Onésimo se la imputara a él. Y eso es precisamente lo que hace Dios con el pecador cuando éste deposita su fe en Cristo.

En la cruz del calvario todos nuestros pecados le fueron imputados a Cristo, de manera que Él pagó por ellos como si Él mismo los hubiera cometida; y al mismo tiempo la justicia perfecta de Cristo nos fue imputada o puesta en nuestra cuenta: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2Cor. 5:21).

Nosotros pecamos, y Él es castigado; Él vive una vida perfecta de justicia, y nosotros somos tratados por Dios como si fuéramos justos. Por eso alguien decía que Cristo no sólo murió por nosotros, sino que también vivió por nosotros. Él vivió la vida que nosotros no podíamos vivir, y luego murió en la cruz del calvario la muerte que nosotros merecíamos morir.

Así que no fue una declaración de amnistía lo que Dios hizo, ni mucho menos rebajar las demandas de Su ley. Dios tiene que castigar el pecado; pero en un acto de amor inconmensurable, Dios el Hijo decidió recibir el castigo Él mismo para poder ofrecer el perdón de todas nuestras transgresiones sin pasar por alto Su justicia (comp. Rom. 3:24-27).

Fuente: coalicionporelevangelio.org

Imajen: pixabay.com/

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lunes, 24 de abril de 2023

EL ANTÍDOTO PARA LOS ANGUSTIADOS Y ABATIDOS

 


Por: Cesar Custodio

“Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a Sus discípulos: La cosecha es mucha, pero los obreros pocos. Por tanto, pidan al Señor de la cosecha que envíe obreros a Su cosecha”, Mateo 9:35-38.

En este maravilloso relato podemos apreciar la misión integral que el Hijo de Dios vino a realizar a la tierra. La encarnación de todas las profecías que le precedieron llegaron a su punto cúspide cuando Jesucristo vino y vivió entre nosotros.

Los judíos, quienes tenían muchos años de vivir oprimidos por el imperio romano, esperaban a un Mesías que les liberará de sus cadenas físicas, un líder que cumpliera con su interpretación de las profecías.

Así que Jesucristo, quien tenía todo el conocimiento de la ley y fue el único que la pudo haber cumplido a su totalidad, nos muestra cómo su misión primordial siempre fue traer reconciliación entre un Dios justo y aquellos que responderían al llamado del evangelio.

Vemos a un Mesías compasivo y misericordioso que siempre buscó llegar a todos. Sabiendo de antemano quiénes responderían a su llamado, nunca limitó el evangelio y escogió quién debía oírlo o no. Simplemente los buscó como un pastor amoroso, en las ciudades grandes e importantes, como también en las aldeas pequeñas y polvorientas.

La verdad siempre fue acompañada de compasión. Qué enseñanza más profunda podemos aprender de Jesucristo cuando meditamos en su ejemplo.

De palabras a corazones

El evangelio necesita escucharse de la manera más clara posible, pero siempre debe nacer de un corazón compasivo para quien no lo ha escuchado o para quien lo ha escuchado erróneamente. Es nuestra responsabilidad conocer y prepararnos para ser portavoces y “atalayas” eficaces, pero compasivos.

Debemos constantemente revisar cuáles son las motivaciones de nuestro corazón. El conocimiento sin humildad nos lleva a la “altivez”. Debemos ser humildes para aprender y compasivos cuando tenemos la oportunidad de presentarle el evangelio y enseñar a otros.

Es un consuelo saber cómo Jesucristo se preocupa por aquellos que sufrían físicamente por su condición social como aquellos que sufrían espiritualmente por la falta de guía y orientación, los ve “angustiados y abatidos” y les presenta el evangelio como el antídoto de su condición.

Obreros de la mies

Vivimos un mundo corrupto por el pecado, que busca soluciones para todos los problemas sin encontrar ninguna que sea efectiva. Y es que somos nosotros, su iglesia, los “obreros de su mies”, los responsables de presentar la solución, el evangelio.

De una iglesia saludable y alineada con las Escrituras debe surgir ese mensaje de redención tan necesitado en nuestro mundo hoy. Tenemos el privilegio de presentar el único remedio efectivo para una vida “angustiada y abatida” por el pecado.

Con la misma compasión con la que nos mira el Creador debemos ver a todos aquellos que la necesitan. Debemos buscar formas de mostrar como iglesia y creyentes compasión a otros, no para hacernos sentir bien o cumplir con un programa o servicio social, sino como algo que está dentro de nosotros mismos y que debe ser reflejado en todo momento y todo lugar.

Así como la compasión era una característica de Jesucristo, la compasión deber ser una característica del creyente.

La doctrina se vuelve vida cuando va acompañada de compasión; es por eso que el mensaje de Jesucristo fue aceptado por aquellos que “urgían” de alguien que les guiara y amara como un buen pastor. Que el Eterno guarde nuestros corazones para siempre presentar un evangelio puro y verdadero que lleve como propósito la reconciliación del hombre con Dios.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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sábado, 22 de abril de 2023

¿QUÉ ENSEÑA LA BIBLIA SOBRE LA IGLESIA?


Por: Vaneetha Rendall 

El libro de Job me ha sacudido y me ha formado a la vez.

¿Qué es la iglesia y por qué es tan importante? Esta pregunta es crucial porque su respuesta explica cómo la teología es la aplicación de la Biblia a la vida de los creyentes.

Es en la iglesia local donde se enseña la Biblia, se hacen discípulos y debemos rendir cuentas. Además, es donde los creyentes practicamos los unos con los otros los mandatos de la Escritura. Por lo tanto, la iglesia local es un lugar clave donde nuestra fe se pone en práctica.

Voy a dar una definición un poco larga, pero luego explicaré cada una de sus partes de manera breve:

Una iglesia local es un grupo de cristianos que se reúne en el nombre de Cristo de manera regular, tiene un liderazgo bíblico que la guía, le enseña y juntos practican el evangelio, administra bíblicamente las dos ordenanzas y tiene una misión bíblica.

Una iglesia es un grupo de cristianos

Los cristianos son seguidores de Cristo que han puesto su fe en Él. Aunque parezca obvio, una iglesia local es para creyentes. Por supuesto, eso no significa que los no creyentes no sean bienvenidos. Sin embargo, es importante aclarar que la membresía es para los creyentes que componen la iglesia local.

Los cristianos se reúnen en el nombre de Cristo de manera regular

El propósito de estas reuniones es adorar a Jesús con cada actividad que hacemos. Esto significa que las reuniones cristianas, a las cuales llamamos «cultos» (o «servicios»), son mucho más que un grupo de cristianos amigos que se reúnen para ver un partido de fútbol o incluso para estudiar la Biblia. Una iglesia local es un grupo de creyentes que se reúnen para adorar a Jesús.

“Una iglesia local es un grupo de creyentes que se reúnen para adorar a Jesús” 

Este grupo de cristianos tiene un liderazgo bíblico que los guía

El Nuevo Testamento habla de dos puestos en la iglesia: los pastores y los diáconos. Es importante aclarar que las palabras «pastor», «anciano» y «obispo» se refieren a la misma posición de liderazgo. En el Nuevo Testamento estas tres palabras son intercambiables, aunque el más común es el término «anciano».

Sin embargo, en nuestros días el término «pastor» es mucho más común. Desde luego, los pastores sirven en la iglesia como líderes. La Biblia es muy clara sobre cuáles son los requisitos establecidos para considerar a un creyente como elegible para ser pastor, anciano u obispo en 1 Timoteo 3, Tito 1 y 1 Pedro 5.

“La iglesia local es un lugar donde vemos que el evangelio es vivido entre sus miembros”.

La Biblia también es clara sobre los requisitos para los diáconos, quienes también sirven en el liderazgo de la iglesia local. Estas son las posiciones o los puestos de liderazgo que encontramos en la Biblia para la iglesia local. Una iglesia bíblica busca tener estas posiciones y obedecer la Biblia sobre quién puede servir en esas posiciones.

Los líderes de la iglesia local enseñan y practican el evangelio

Es verdad que cada creyente es templo del Espíritu Santo (1 Co 3:16), pero para que un grupo de creyentes sea considerado «iglesia local», debe predicar el mensaje cristiano de manera habitual: las Buenas Nuevas de Jesucristo y la salvación que otorga por su muerte en la cruz y su resurrección.

Una verdadera iglesia no solo enseña estas verdades, sino que también las practica y las vive con convicción. La iglesia local es un lugar donde vemos que el evangelio es vivido entre sus miembros.

Los creyentes administran las dos ordenanzas de Dios de manera bíblica

Estas dos ordenanzas (o sacramentos) fueron dadas por Dios a la iglesia por medio de la Escritura y forman parte de lo que los creyentes deben enseñar y practicar como parte de la vida en el evangelio.

La primera ordenanza es la Santa Cena o Cena del Señor, la cual es una imagen del evangelio en la que recordamos que Cristo vino al mundo en forma verdaderamente humana y derramó su sangre en la cruz por nuestros pecados.

Pablo afirma que debemos practicarla «porque todas las veces que coman este pan y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga» (1 Co 11:26; cp. Lc 22:19). Por lo tanto, esta es una manera en que predicamos el evangelio.

La segunda ordenanza es el bautismo que también constituye una analogía sobre nuestra vieja naturaleza que fue sepultada, y que también testifica que ahora hemos sido hechos nuevas criaturas en Cristo (2 Co 5:17; Tit 3:5; cp. Mt 28:19-20).

La iglesia local tiene una misión bíblica

La misión de la iglesia, resumida en la Gran Comisión, es clara en las palabras dichas por Jesús: 

«Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19-20).

“No hay una categoría en la Biblia para un cristiano que no sea parte de una iglesia local. No puedes obedecer las Escrituras y vivir separado de la iglesia local” 

Esta misión tiene dos partes: la primera consiste en compartir el evangelio. Cada iglesia tiene la responsabilidad de compartir el evangelio. La segunda demanda que los creyentes hagan discípulos. Compartimos el evangelio no para hacer cristianos nominales solamente, sino para hacer verdaderos discípulos de Cristo. Esta es la misión de la iglesia.

Por todas estas razones es importante que cada cristiano sea parte de una iglesia local. No hay una categoría en la Biblia para un cristiano que no sea parte de una iglesia local. No puedes obedecer las Escrituras y vivir separado de la iglesia local.

La Biblia asume que los creyentes serán miembros de una iglesia local, usarán sus dones y crecerán en fe y conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

¡Hermanos, necesitamos la iglesia local para dar gloria a Dios!

Fuente: coalicionporelevangelio.org

 Imagen: pixabay.com

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viernes, 21 de abril de 2023

LA POBREZA DEL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD

 


Por: Vaneetha Rendall 

El libro de Job me ha sacudido y me ha formado a la vez.

Cuando lo leí por primera vez, me pareció preocupante. No parecía justo. Job era un hombre justo. Con los años, esta historia ha ayudado a forjar mi comprensión de Dios y mi teología del sufrimiento. Me ha enseñado que Dios mismo – no lo que él pueda darme – es mi mayor tesoro.

Hace años, un colega mencionó lo que había aprendido de Job. Me sorprendí al escuchar que su estudio había arrojado una conclusión muy diferente a la mía. En sus palabras, “Job recuperó todo de nuevo y más por su sufrimiento. Fue bendecido con más hijos y más dinero del que nunca había hecho antes. Eso es lo que la historia nos muestra – hacer lo correcto siempre trae bendición y prosperidad “.

Mientras que la primera parte era cierta, no estaba de acuerdo con su conclusión. Él sutilmente se estaba haciendo eco del mensaje del llamado “evangelio de la salud, la riqueza y la prosperidad” – que la meta de Dios para nosotros en esta vida es perfecta salud, felicidad total y beneficio económico. En esta vida. “Simplemente tenemos que nombrar lo que queremos”, dice esta enseñanza, “vivir de la manera correcta y entonces, reclamar nuestra victoria. Eso es lo que debía ser vivir para Dios “.

Yo sostengo que este enfoque no es vivir para Dios. Tal pensamiento es idolatría. Se están elevando los dones de Dios por encima de Él, el dador. Eso es quitarle valor a Dios.

La verdadera vida abundante

Los defensores del evangelio de la prosperidad ven las cosas de manera diferente. Ellos creen que su posición es bíblica, citando las Escrituras para respaldar sus afirmaciones.

Uno de estos versos es Juan 10:10: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.”

Jesús nos da vida abundante, pero su vida abundante es independiente de las circunstancias.

Un diagnóstico de cáncer, un desplome del mercado de valores, y la rebelión de un niño no pueden disminuir la vida abundante que tenemos en Cristo. Una curación milagrosa, una ganancia financiera, y el regreso de un hijo pródigo no la transforman tampoco. La verdadera vida abundante descansa en el Dios que es el Señor de las cosas buenas y las cosas terribles en nuestra vida. Como dice Job: “¿Aceptaremos el bien de Dios pero no aceptaremos el mal?” (Job 2:10).

“Trágicamente, el evangelio de la prosperidad ha envenenado la iglesia y socavado nuestra capacidad de lidiar con el mal y el sufrimiento. Algunas iglesias hoy en día no tienen lugar para el dolor. Los que dicen que Dios les ha sanado toman el micrófono, mientras que los que siguen sufriendo quedan avergonzados en el silencio o dirigidos a salir por la puerta trasera”. 

Cuando afirmamos que la vida sin dolor es la recompensa de Dios para los justos, insinuamos a los heridos que sus problemas son creados por ellos mismos. Como Randy Alcorn dice.

Yo personalmente he salido por la puerta trasera en los servicios milagrosos, después de haber sido castigado públicamente. Muchas otras personas con discapacidad han experimentado un tratamiento similar en el supuesto de que si no has sido curado, es tu culpa. “Porque la voluntad de Dios es que todos sean sanados. Siempre. Los fieles no sufrirán “.

Esta creencia es contraria a la Biblia.

Jesús dice: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo. (Juan 16:33).

Pedro dice: Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo; (1 Pedro 4:12).

Santiago dice: Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas (Santiago 1:2).

Y Pablo dice: Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado. (Romanos 5:3-5; ).

Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, (2 Corintios 4:17)

Por supuesto, sanidad en esta vida puede traer gloria a Dios también. A veces Dios interviene en nuestra vida en formas sobrenaturales y milagrosamente nos cura de la enfermedad. Y Dios es glorificado cuando eso sucede.

Pero he visto a Dios aún más glorificado cuando las personas que no están todavía curadas continúan alabándolo en medio de un profundo sufrimiento  cuando todo lo que tienen les es arrancado y lo que le queda es sólo Dios. Y Él es hallado suficiente.

Dios es más glorificado cuando lo declaramos más que suficiente en medio de una gran pérdida. Así como lo hizo Job.

El Dador es mejor que los dones

El evangelio de la prosperidad enseña que vivimos para las bendiciones materiales de Dios ahora. Job nos enseña que vivimos para la gloria eterna de Dios. En el corazón del evangelio de la prosperidad está nuestro valor. En el corazón de Job, y de toda la Escritura, esta el valor de Dios.

Satanás es un defensor del evangelio de la prosperidad, cuando le dice a Dios que la fidelidad de Job se basa en las bendiciones de Dios. Y si esas bendiciones le son quitadas, él cree que Job maldecirá a Dios. Satanás está dando a entender que Dios es valioso sólo por lo que le da a Job.

Pero Dios afirma todo lo contrario. Dios afirma que Job lo ama por lo que Él es, no por lo que le da.

Cuando Job es capaz de decir, después de perderlo todo: “El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:21); está declarando el valor incomparable de Dios. Dios mismo, no sus dones, es el verdadero tesoro de Job.

Tal como dice el salmista:

¿A quién tengo yo en los cielos, sino a Ti? 

Fuera de Ti, nada deseo en la tierra. 

Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, 

Pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre. 

(Salmo 73: 25-26) 

Que todos encontremos, como Job, nuestro tesoro en Dios, que es nuestra herencia eterna.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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