“Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios” (Efesios 2:8)

sábado, 31 de diciembre de 2022

TRES PREGUNTAS PARA ESTABLECER METAS CENTRADAS EN DIOS



Por: Paul Worcester

El comienzo de un nuevo año es un momento perfecto para reevaluar lo que Dios está haciendo en tu vida, alabarlo por todo lo que ha hecho, y establecer algunas metas centradas en Él. Líderes cristianos como Jonathan Edwards modelaron esta búsqueda disciplinada de la piedad: un joven Edwards estableció 70 resoluciones para ayudarlo a glorificar a Dios.

Antes de establecer tus metas de Año Nuevo, aquí hay tres preguntas a considerar.

1. ¿Quiero glorificar a Dios o glorificarme a mí mismo?

La cuarta resolución de Edwards es: “nunca hacer ninguna clase de cosas, ya sea en el alma o cuerpo menos o más, que tienda a aminorar la gloria de Dios”.

Si no tengo cuidado, puedo gravitar hacia metas que tienen la motivación sutil de glorificarme a mí mismo. El ejercicio físico, las finanzas, y los seguidores pueden ser herramientas para glorificar a Dios. Pero si esas cosas se convierten en fines en sí mismos, estoy en peligro de idolatría.

“Si no tengo cuidado, puedo gravitar hacia metas que tienen la motivación sutil de glorificarme a mí mismo”

Nuestra generación está en grave peligro de presentar una imagen a lo externo (aún una imagen cristiana), dejando a un lado los asuntos más importantes de piedad y carácter. La vida cristiana no se trata de que Dios te ayude a lograr todas tus metas y sueños. Se trata de dejar tus sueños y ambiciones para abrazar Su sueño para tu vida (Mt 16:24-25).

2. ¿Me ayuda a cumplir mi misión?

Estás llamado a estar en el negocio de hacer discípulos (Mt 28:18-20). Dios te ha diseñado para que hagas esto de una manera única (Ef 2:10).

Si no estás seguro en qué específicamente Dios te está llamando a enfocar tu vida, tal vez este año puedas explorar cómo Dios te ha diseñado para servir en su misión. (Un recurso útil es What Are You Going To Do With Your Life? [¿Qué vas a hacer con tu vida?] por JD Greear.)

Nuevamente, el proceso de descubrir la misión de tu vida no debe ser egocéntrico, sino “Dios-céntrico”. Asegúrate de pasar más tiempo estudiando la Palabra de Dios que estudiando el método de Strengthsfinder (Conozca sus fortalezas). El líder de misiones Claude Hickman, en su libro It’s All Backward (Todo está al revés), da un buen consejo al buscar descubrir tu misión en la vida:

“Todos los consejos que te han dado sobre tu vida están equivocados. En realidad, es al revés. Ojalá estuviera exagerando. Pero en serio, después de años de leer los libros, escuchar muchos seminarios y sermones para ayudar a las personas a descubrir la dirección de su vida, todos tienen el mismo problema: comienzan con la persona equivocada: tú. Dios no quiere respaldar tu vida; quiere dirigir tu vida”.

3. ¿Cómo seré consistente?

Una vez que establezcas metas con las motivaciones correctas y “en misión” con lo que Dios tiene para tu vida, es importante considerar cómo mantendrás la consistencia. No basta con tener buenas intenciones. Debes hacer un plan específico sobre cómo incorporarás estos nuevos hábitos.

Por ejemplo, si tu meta es dedicar 30 minutos al día a la lectura de la Biblia y la oración, aquí hay una serie de preguntas que debes responder: 

* ¿Cuándo tendré mi tiempo devocional?

* ¿Cómo evitaré distraerme? (Por ejemplo, ¿podrías poner tu teléfono en modo avión?)

* ¿Cuál es mi plan B si mi tiempo normal no funciona?

* ¿A quién rendiré cuentas sobre la práctica de este hábito?

No puedo enfatizar lo suficiente la importancia de la rendición de cuentas para mantener las metas centradas en Dios. La mayoría de las relaciones de rendición de cuentas se centran más en la confesión de pecado, la cual es esencial. Sin embargo, he visto increíbles beneficios de los grupos de rendición de cuentas que hacen preguntas más proactivas sobre las disciplinas espirituales.

“No basta con tener buenas intenciones. Debes hacer un plan específico”

No tengas miedo a la disciplina. La disciplina no es legalismo. Creo que una de las mentiras que usa el enemigo para evitar que las personas sean coherentes en las disciplinas espirituales es: “estás siendo legalista”.

Sabemos que perseguir disciplinas espirituales no gana el favor de Dios (Tit 3: 5). Dios no te ama más si tuviste tu tiempo devocional hoy. La disciplina espiritual se trata de conectarse con el Señor, no de marcar casillas. Muchos han llamado a las disciplinas espirituales “medios de gracia” porque te ponen en el trayecto del poder de Dios, donde puedes experimentar más de su gracia en tu vida. Como escribió Dallas Willard: “La gracia no se opone al esfuerzo; se opone a la ganancia. Ganar es una actitud. El esfuerzo es una acción…”.

Objetivos para la eternidad

Hace unos años, vi al nadador olímpico Michael Phelps acumular medalla de oro tras medalla de oro. La cadena de televisión hizo un especial en el que describió su régimen de entrenamiento. Todo lo que hizo fue comer, dormir, y nadar.

Mostraron las locas cantidades de comida que consumía cada día, constantemente “acumulando carbohidratos” para su próximo entrenamiento. Y siempre que no estaba en el gimnasio levantando pesas o nadando, estaba descansando. Cada aspecto de su vida giraba totalmente en torno a ganar esas medallas de oro.

Un versículo de las Escrituras que estaba memorizando pasó por mi mente:

“Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Por tanto, yo de esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado”, 1 Corintios 9:25-27.

¿Qué pasaría si buscáramos conocer y servir a Dios en 2023 con el mismo enfoque? ¿Qué pasaría si los seguidores de Cristo tuvieran el mismo compromiso con las disciplinas espirituales que los atletas olímpicos tienen hacia sus metas y rutinas? Amigos, lo que estamos viviendo es mucho más importante que las medallas de oro olímpicas. Una vida de obediencia ante Dios será un legado que durará por la eternidad.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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jueves, 29 de diciembre de 2022

¿CUÁL ES EL MÁS GRANDE DE TUS PROPÓSITOS PARA EL NUEVO AÑO?

 


Por Sugel Michelén

Al término de un año y al inicio de otro solemos escribir algunos propósitos para los meses venideros. “Este año quiero leer y estudiar la Biblia más profunda y regularmente; quiero leer buenos libros cristianos; quiero involucrarme más en la iglesia, poner mis dones en operación; quiero dedicar más tiempo a mi familia, a mi esposa y a mis hijos; quiero practicar más ampliamente la hospitalidad cristiana; quiero compartir el evangelio con familiares y amigos que no conocen a Cristo”.

Todos estos propósitos son buenos y nobles, pero he aquí uno que supera todos los demás: el incremento de nuestra comunión e intimidad con Dios. Ese es el gran propósito de la vida cristiana. Fuimos creados y salvados para glorificar a Dios y gozar de El por siempre. Todo lo demás está supeditado a esta meta final.

De hecho, este es el móvil que santifica todos nuestros esfuerzos en la vida cristiana práctica, el combustible necesario para mantenernos corriendo la carrera fielmente año tras año, ocupados en el desempeño de nuestros deberes como hijos de Dios.

Debemos tener diversos propósitos para este año que recién empieza cubriendo distintas áreas de nuestras vidas, pero he aquí el que ha de coronar esta lista si realmente somos cristianos: nuestro anhelo por incrementar nuestra comunión con Dios.

Dice el salmista en el Salmo 42: “Como el ciervo brama por las corrientes de la aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”. Y en un tono similar dice el apóstol Pablo en Fil. 3:10 que su gran anhelo en la vida era conocer a Cristo.

Eso puede ser confuso para algunos. ¿Cómo es que Pablo dice aquí que él deseaba conocer a Cristo? ¿Un hombre de la estatura espiritual del apóstol, que alcanzó una relación de intimidad con el Señor como quizás nadie la ha tenido jamás, nos dice aquí, unos 30 años después de su conversión, que él anhelaba conocer a Cristo? ¿Cómo es eso?

Al igual que el salmista, Pablo tenía sed de Dios, y mientras más se acercaba para saciarse, mientras más progresaba en su vida espiritual y conocía más íntimamente las perfecciones de su Señor, más se acrecentaba su anhelo por El.

Thomas Shepard, pastor en Nueva Inglaterra y fundador de la universidad de Harvard, dijo lo siguiente al respecto: “En la verdadera gracia hay un círculo infinito: el hombre sediento recibe, y recibiendo ahora está sediento por más”.  Tozer lo puso de este modo: “Oh Dios, he gustado tu bondad, y me ha satisfecho, pero me ha hecho sediento por más. Estoy dolorosamente consciente de mi necesidad de más abundante gracia. Me avergüenza mi falta de deseo. Oh Dios, el Trino Dios, yo quiero querer más de ti; anhelo ser llenado de anhelo; estoy sediento de que me hagas más sediento aun”.

Ese es mi anhelo este nuevo año y para el resto de los años que el Señor me conceda estar en este mundo. Es lo que deseo para todos los lectores de este blog.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

imagen: pixabay.com

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¿QUÉ QUIERE DIOS DE MÍ EN ESTE AÑO NUEVO?

 


Por: Catherine Scheraldi de Núñez

“Olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante”, Filipenses 3:13

Durante esta época, es muy común entre cristianos y no cristianos el mirar hacia atrás para evaluarse con el fin de hacer cambios para el año entrante.

Como cristianos debemos querer siempre convertirnos en mejores embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20), y la única forma hacer esto es despojándonos del viejo hombre y “vestirnos del nuevo hombre” (Efesios 4:22-25). Como tenemos corazones engañosos (Jeremías 17:9), la única forma para saber dónde fallamos en dar al blanco es evaluándonos.

Nosotros fuimos creados a la imagen de Dios. Pero no somos una imagen perfecta, sino más bien somos una sombra de Él. Tenemos algunos de Sus atributos, pero no todos; y aun aquellos que tenemos, no son tan completos como los de Dios.

Como fuimos creados así, el anhelo de todos, aun aquellos que no conocen a Dios, es mejorar. Es un deseo puesto en el corazón del hombre por Dios mismo. Entonces, lo que Pablo está enseñándonos en Filipenses 3:13 es a no mirar atrás con el deseo de quedarnos allí.

Los no creyentes tienen el deseo de mejorar, y participan en la gracia común de Dios para hacer algunos cambios; pero realmente les falta el poder necesario para llegar a la plenitud, para parecerse a Cristo.

Dios nos creó y nos preparó de antemano para hacer buenas obras (Efesios 2:10). Nuestro enfoque siempre debe estar hacia adelante, aun cuando evaluemos el pasado. Jesús mismo nos recordó en Lucas 9:62 que “nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios”.

Dios nos ha escrito un guion, y buscar quedarnos atrás es ser rebeldes a su diseño. En su omnisciencia, Dios conoce lo mejor para cada uno de nosotros, y en humildad deberemos reconocer su sabiduría y tener gratitud por su bondad y su gracia en nuestras vidas. El deseo de no cambiar es idolatría, porque el yo todavía está en el trono. Yo estoy dirigiendo mi vida como yo quiero por encima de lo que Dios quiere.

Y entonces, ¿qué podemos hacer para este nuevo año? Reflexionando sobre el año pasado, ¿qué hice bien pero necesito mejorar? ¿Qué hice mal que necesito cambiar? Para entender dónde Dios quiere que yo camine, ¿cuáles fueron las circunstancias que viví? ¿Cuáles fueron las oportunidades que tuve? Reconociendo mis talentos y dones, entonces ¿dónde puedo usarlos en estas oportunidades y circunstancias?. Recuerda que Dios quiere que aprovechemos bien el tiempo porque los días son malos (Efesios 5:16).

Mi oración es que podamos ser el olor de Cristo caminando en un mundo que hiede a Satanás. Que podamos ser la luz en las tinieblas para que Dios abra las puertas del cielo hacia aquellos que Él ha elegido.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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miércoles, 28 de diciembre de 2022

¿CÓMO NOS MOTIVAMOS PARA ESTE NUEVO AÑO?

 


Por: Gerson Morey

El otro día me preparaba con emoción para el último mensaje del año que debía predicar a la congregación. Entre otras cosas, creo que la preparación de un sermón es una de las grandes bendiciones que conlleva el pastorado.

Aunque usualmente estudiamos un libro entero de la Biblia, en esta ocasión mi deseo era exhortar a los hermanos y motivarlos a mirar el futuro con esperanza. Creo que todo pastor procura hacer lo mismo en estos tiempos cuando la emoción de un nuevo año se mezcla con la nostalgia, la tristeza y desesperanza.

Pero mientras meditaba, el capítulo 5 del libro de Romanos llegó a mi mente y en particular el primer versículo “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1 LBLA).

En ese momento, me pareció que era mucho mejor exhortar y motivar a la gente a través de algo que ya Dios hizo y no con algo que nosotros pudiéramos hacer. Es mejor descansar en realidades espirituales que han sido logradas por Dios, ya que estas no están sujetas a cambios. Usualmente lo que los hombres queremos y podemos hacer no siempre es firme y seguro.

Volviendo al texto de la epístola, más adelante el apóstol Pablo dice “cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo…”(Romanos 5:10 LBLA)

Lo que el apóstol está destacando es que la enemistad que teníamos con Dios, fue cambiada por una reconciliación. La guerra ha sido reemplazada por una paz.  Una paz real, estable y duradera. Los que estamos en Cristo ya no estamos enemistados con nuestro creador. “Tenemos paz para con Dios”.

Lo terrible de esta enemistad es que un día íbamos a tener que ser juzgados por un juez que era precisamente nuestro enemigo. En esas condiciones no había esperanza ni futuro. Lo que nos deparaba era un juicio y una condenación eterna. Esa era la peor de nuestras dificultades. Ese es el mayor de los problemas que enfrenta la humanidad.

Es por que habiendo sido justificados, gozamos de paz con Dios y hemos sido reconciliados con él y en virtud de esa realidad, podemos acercarnos confiadamente a Su trono, podemos adorarle, servirle, podemos orar y recibir de él (Hebreos 4:16).

Este nuevo año seguramente traerá cosas buenas y malas. Victorias y derrotas. Alegrías y tristezas. Pero lo que tenemos por seguro es que ya no tenemos enemistad con Dios.

En este nuevo año, tenemos la posibilidad de acercarnos a él aunque no todo salga bien. Tenemos la seguridad de que podemos orar y que él escuchará. Y tenemos la certeza que todas las peticiones que se encuentran en Su buena voluntad, serán respondidas (1 Juan 5:14). Cada oración será respondida a su manera y a su tiempo, de eso estamos seguros.

Que podamos hallar consuelo, fortaleza y esperanza en esta nueva posición en la que nos encontramos. Que la consciencia de esa paz lograda por Cristo, nos ayude a tener paz en nuestro corazón. Que el gozo se sostenga en lo que es seguro. Que seamos motivados por las cosas eternas. Las que no cambian. Paz para con Dios.

¡Feliz año!

Fuente: coalicionporelevangelio.org

Imagen: pixabay.com

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lunes, 26 de diciembre de 2022

UN NUEVO AÑO, ¡PERO NO DE LO MISMO!

 


Por Miguel Núñez

Un nuevo año va ha comenzar y otro se va, de la misma manera que ocurrió hace un año atrás. Esto ha ido ocurriendo por casi 20 siglos después de la muerte de nuestro Señor. No conocemos con certidumbre cómo la gente hacía la transición en la antigüedad, pero hoy en día es frecuente, al final de cada año, escuchar y leer nuevas resoluciones de parte de mucha gente; resoluciones que nunca se cumplieron en el año anterior y muchas que nunca se cumplirán en este año. Y nos preguntamos, ¿por qué se da este fenómeno una y otra vez?

Lamentablemente, la humanidad está llena de buenos deseos y de poco esfuerzo. Los buenos deseos nos revelan muchas veces que la mayoría conoce la verdad. La falta de esfuerzo nos deja ver que muchos no están dispuestos a pagar el precio para que la verdad se haga realidad en su vida.

Resoluciones hechas “a la carrera”, sin una correcta meditación, usualmente no se convierten en realidad; y resoluciones hechas contando puramente con el esfuerzo humano no pasan de ser buenos deseos.

Buenas resoluciones usualmente son el producto de una buena reflexión, y cuando esa reflexión pasa a ser una convicción, entonces vemos cómo frecuentemente la vida de esa persona es cambiada. Necesitamos personas de mayor reflexión acerca de la realidad que estamos viviendo.

Aun Sócrates, el gran filósofo griego, sin conocer al Dios de la Biblia, llegó a decir esta gran verdad: “una vida sin auto-reflexión no vale la pena vivirla”. Nosotros, los que conocemos que somos hechura Suya (de Dios), tenemos mayores y mejores razones para pensar de esa manera. Si Dios me creó, debió haberlo hecho para un propósito en particular. ¿Has reflexionado sobre esto? ¿Te has preguntado seriamente cuál es tu propósito en la vida?

Hechos 13:36 nos dice que “David, después de haber servido el propósito de Dios en su propia generación, durmió, y fue sepultado con sus padres, y vio corrupción”. Tú necesitas encontrar ese propósito, porque tu sentido de gozo depende de que lleves a cabo el propósito para el cual Dios te creó. Ser médico, abogado, pintor o cualquier otra cosa no constituye tu propósito en la vida; esas cosas son los instrumentos por medio de los cuales Dios pudiera llevar a cabo Su propósito en ti.

Independientemente de cuál sea ese propósito de Dios para tu vida, la Palabra revela uno que es universal para cada uno de Sus hijos. Pedro nos dice en su primera carta (2:9), “Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. ¿Escuchan los que están a tu alrededor acerca de Sus virtudes a través de ti? ¿Pueden ellos ver esas virtudes reflejadas en tu persona? ¿O están las personas a tu alrededor menos inclinadas a creer en el Dios que sigues por la forma como vives?

Si no nos hacemos este tipo de preguntas, siempre concluiremos que estamos bien, aunque no lo estemos. Proclamar Sus virtudes, o reflejarlas, requerirá conocer a nuestro Dios íntimamente, de tal manera que su conocimiento nos vaya transformando. Y conocerlo de esa manera requerirá tiempo en su Palabra, rumiando las verdades aprendidas, y llevando a la práctica lo revelado por nuestro Dios.

Recuerda, cambiar requiere reflexión.

* ¿Has pensado de qué manera cambiaste o no cambiaste en el año que termina?

* ¿Qué impidió el cambio en esas áreas que Dios te señaló hace un año, pero que hoy tienen que ser señaladas de nuevo?

Al final del camino, la explicación es que no caminaste lo suficientemente cerca de Dios durante todo un año. Digo esto por lo que Pablo nos dice en 2 Corintios 3:18 , “Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”.

Nota cómo se supone que ocurre mi transformación: yo soy transformado (voz pasiva): Dios hace eso en mí. Pero a mí me toca jugar un rol activo. ¿Cuál? Contemplar como en un espejo la gloria del Señor. La contemplación de esa gloria debe ir cambiándome. Moisés pasó 40 días teniendo comunión con Dios, y su rostro fue transformado completamente, hasta el punto que muchos no podían ni contemplarlo.

Si quieres ser transformado, necesitas contemplar la gloria del Hijo revelada en Su Palabra. Cuando hagas eso, con frecuencia verás que irás cambiando paulatinamente de gloria en gloria, de una forma que tú no lo notarás, pero todo el mundo a tu alrededor se percatará de que no eres la misma persona. Nadie ha estado en la presencia de Dios por un tiempo suficiente sin experimentar cambios.

Dios es un ser tan extraordinario que no nos imaginamos a nadie pasar tiempo con Él y seguir siendo la misma persona que antes era. Cuando te expones al sol por tiempo suficiente, tu piel cambia. Cuando te expones al Hijo por tiempo suficiente, tu corazón cambia.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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domingo, 25 de diciembre de 2022

RECORDEMOS QUE DIOS FUE SOBERANO DE ENERO A DICIEMBRE



Por: Gerson Morey

Se acaba el año. Se acerca el 31 de Diciembre y la tentación es inevitable: Hacer una mirada retrospectiva y evaluar lo bueno, lo malo y lo feo de estos doce meses. De una manera u otra, creo que todos hacemos esto, aunque sea como un ejercicio mental. Pero en esta reflexión, debemos cuidarnos de no caer en el error de ser pesimistas al sobre valorar el aspecto negativo de este año y así perder una gran oportunidad para agradecer a Dios y darle gloria. Me explico:

Los últimos días del año, por lo general los podemos experimentar con una mezcla de fuertes y variadas emociones. A veces frustrados y decepcionados por no haber logrado las metas trazadas, en otras ocasiones tristes y llenos de nostalgia por algún problema o tribulación que nos sobrevino. No obstante, no debemos olvidar que durante cada hora, día, semana y mes de este año, Dios siguió siendo Dios. Señor y Sustentador del universo.

El Rey de la tierra. Gobernando sobre este mundo, dirigiendo las naciones, obrando sobre Su iglesia y controlando cada evento de nuestras vidas. Ese es el lente por medio del cual debemos evaluar este año que se va y cada circunstancia de la vida, si queremos dar genuinamente gracias y gloria a nuestro Salvador. Los creyentes no podemos divorciarnos de la consciencia de la soberanía de Dios.

A continuación 3 áreas a considerar mientras hacemos una evaluación del año que se va.

1. Dios fue soberano aun sobre nuestros errores

Así es. Dios también es soberano sobre nuestros errores. Esta es una de las verdades que se desprende del episodio cuando Jesús le advirtió a Pedro que este lo negaría. El Señor sabia que Pedro le iba a fallar:

Jesús le dijo: En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces”. (Mateo 26:34).

Los creyentes estamos llamados a obedecer a Dios en todo, a vivir en conformidad al Evangelio que nos rescató y a caminar en santidad. Es decir, a vivir para Su gloria.  Pero si somos honestos, debemos reconocer que esto no ha sido posible en su totalidad. No hemos amado, no hemos obedecido ni glorificado a Dios en todo lo que hemos hecho este año. Y seguramente lamentamos que no haya sido así. Pero, que bueno saber que nuestra desobediencia, nuestros errores y aun nuestros pecados, todos ellos han estado dentro del control soberano de Dios.

Así lo entendía Salomón quien decía que todos los caminos están ante los ojos de Jehová:

Pues los caminos del hombre están delante de los ojos del Señor,
y Él observa todos sus senderos”.
(Proverbios 5:21).

Aunque somos responsables por lo que hacemos y sufriremos las consecuencias por ello, no podemos olvidar que Dios sigue siendo Dios.

Para un creyente genuino, saber que sus errores y pecados han estado dentro de los propósitos soberanos de Dios, lejos de hacerlo perezoso y negligente, le produce un fuerte consuelo y una sólida esperanza para el futuro. Al hombre justificado, le da seguridad saber que ya no es condenado:

Pues los caminos del hombre están delante de los ojos del Señor, y Él observa todos sus senderos”. (Romanos 8:1).

Para un hombre regenerado, reconocer la soberanía divina aun sobre sus pecados, le producirá una robusta confianza, un creciente amor por Dios y un mayor deseo por no fallarle. El mismo Evangelio que nos reconcilió con Dios, es el mismo que nos sostiene y el mismo que nos restaura y nos ayuda a ser transformados, para crecer en amor por la santidad y odio por el pecado. Por eso, entender la soberanía divina sobre nuestros errores, provocará una esperanza limpia y un ánimo pronto para un nuevo año.

2. Dios fue soberano en nuestros problemas

Miremos los problemas de este año, cómo instrumentos que Dios usó para obrar sus propósitos eternos. No debemos pensar que Dios permanece ajeno a nuestras dificultades:

“Alégrate en el día de la prosperidad, y en el día de la adversidad considera: Dios ha hecho tanto el uno como el otro para que el hombre no descubra nada que suceda después de él”. (Eclesiastés 7:14).

El mal forma parte de los planes de Dios. Ese es el testimonio de la Biblia. Recordemos que Dios no solo permite el mal. Dios también limita, controla y usa el mal para nuestro bien.  Eso lo podemos ver a lo largo de las Escrituras. Las historias de José (en Génesis) y de Job son algunas evidencias de esto.

La bendita providencia de Dios sirvió de gran consuelo para ellos. Mientras meditamos en las dificultades y en los problemas que este año nos trajo, confiemos en la bondad y sabiduría de Dios quien permite cada circunstancia para nuestro bien y para su gloria.

 3. Dios fue soberano en nuestras bendiciones

Finalmente, es importante recordar que también los logros, bendiciones y las victorias de este año fueron producto directo de la gracia soberana de Dios. El apóstol Santiago nos recuerda que toda dádiva y todo don perfecto descienden departe de Dios:

Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación”. (Santiago 1:17).

Mas allá de nuestro esfuerzo, diligencia y obediencia, sabemos que Dios es quien nos capacita para obrar bien. Él produce en nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad (Filipenses 2:13). Pablo atribuía sus logros únicamente a la gracia de Dios en él:

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí”. (1 Corintios 15:10).

Juan Calvino decía que no darle gloria a Dios es “despojarlo” de ella. Debemos ser cuidadosos en no atribuirnos los méritos, de no jactarnos por nuestros logros y no envanecernos por las bendiciones de este año. Dios es quien determina el cómo, cuándo y dónde de las bendiciones que recibimos.

Conclusión

Mientras ponderamos este año que se va, no olvidemos que Dios fue soberano desde Enero hasta Diciembre. Soberano sobre nuestros errores, sobre nuestros problemas y sobre las bendiciones que experimentamos. Esta convicción nos concederá esperanza para el futuro, nos capacitará a crecer en confianza en el Señor y nos ayudará a ser más humildes.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

Imagen:pixabay.com

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¿CONGREGARSE EN NAVIDAD O NO CONGREGARSE? HE AHÍ EL DILEMA

 

Por Gloria de Michelén

Es una costumbre generalizada que las familias se reúnan en víspera de la Navidad. Eso quiere decir que este 24 de Diciembre, previo al día del Señor, muchos tendrán la oportunidad de compartir con sus seres queridos. Este es, por tanto, un buen momento para traer algunas reflexiones al respecto.

La razón de estas fiestas es el nacimiento del Hijo de Dios que, por el puro afecto de su voluntad, decidió tomar forma humana para poder vivir perfectamente, y morir en nuestro lugar la muerte que todos merecemos por causa de nuestros pecados. Él, por Su gran amor con que nos amó desde la eternidad, decidió hacer un glorioso intercambio. Nosotros le damos nuestros pecados y Él nos viste con su justicia perfecta. ¡Esto es algo digno de ser celebrado! Pero no como el mundo lo celebra.

Muchos criticamos el hecho de que estas fiestas se hayan convertido en un derroche de sensualidad y consumismo, pero lo cierto es que si nos descuidamos terminaremos siendo arrastrados por la corriente. Y aún es posible que algunos estén tan indispuestos el día 25 que no puedan compartir el día del Señor en Su iglesia.

Celebrar la Navidad no es un mandato, aunque es una buena ocasión para dar gracias en familia a nuestro Dios por haber enviado a Su Hijo. Lo que sí se ordena al pueblo de Dios en las Escrituras es que nos congreguemos en Su día a alabarle, a darle gracias, meditar, arrepentirnos, ofrendar y escuchar Su Palabra. Allí Él ha prometido estar en su presencia especial, edificando nuestras almas por medio de la predicación y las alabanzas.

Para los cristianos es un deleite congregarnos en la casa del Señor, a menos que una causa de fuerza mayor nos lo impida:

 “Anhela mi alma y aún ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo… Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán” (Sal 84:2, 4).

Ningún gozo es comparable a la comunión con Dios y los hermanos, todos juntos recordando el gran sacrificio de amor que hizo nuestro Señor Jesucristo en la cruz y la esperanza de Su pronta venida.

Preparemos nuestros corazones ante tan gloriosa perspectiva, hagamos preparativos, planifiquemos, para que nada nos impida estar el domingo en nuestra casa de oración, en una correcta disposición de corazón, listos para recibir la bendición del Señor y alabarle de todo corazón.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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sábado, 24 de diciembre de 2022

POR QUÉ NUESTRA IGLESIA CELEBRARÁ SERVICIOS EL DÍA DE NAVIDAD

 


Por: Dustin Messer 

«¿Por qué tenemos que ir hoy a la iglesia?», decía a mis padres lloriqueando mientras me ponía los patines nuevos y miraba el palo de hockey recién desenvuelto que había en un rincón. Como ocurrirá este año, la Navidad cayó en domingo cuando yo tenía siete años. En contra de mis protestas, esa mañana fuimos a la iglesia. En retrospectiva, agradezco que lo hiciéramos.

Para ser claro, no estoy aquí para criticar a las iglesias que cancelan sus servicios el domingo de Navidad. Algunas iglesias pueden contar sus familias con los dos dedos de la mano y saben a ciencia cierta que todo el mundo estará fuera de la ciudad en Navidad.

Otras quieren dar a sus voluntarios y empleados la mañana para recuperarse del servicio celebrado en Nochebuena. Mis palabras solo pretenden explicar las razones de nuestra iglesia y ofrecer a los padres algunas ideas útiles para explicar a sus hijos por qué van a la iglesia el día de Navidad.

El propósito de la iglesia

Para entender por qué vamos a la iglesia en Navidad, tenemos que entender por qué vamos a la iglesia en primer lugar. La respuesta a esta pregunta va a contracorriente de nuestra cultura consumista, que se muestra especialmente en esta época del año.

Mientras paseamos por el centro comercial, vemos anuncios en nuestras pantallas y navegamos por los pasillos de las tiendas, se nos vende una factura de mercancías. Los vendedores nos dicen lo que este producto o servicio puede hacer por nosotros, cómo nos hará la vida más fácil, más divertida y más cómoda.

“Lo que ocurre en la iglesia no se centra en nosotros, sino en Dios. Ir a la iglesia cuando no es conveniente es un buen recordatorio de este hecho”

Los vendedores no se limitan a vender productos, nos venden una antropología. Si llegamos a entendernos como homo consumens, «hombre como consumidor», nuestras almas estarán vacías, pero también lo estarán las estanterías de las tiendas, y ese es un trueque que los anunciantes están dispuestos a hacer.

Con esta visión de la humanidad constantemente reafirmada, es fácil ver el servicio de la iglesia como un servicio más que se nos ofrece, un producto religioso destinado a mejorar nuestras vidas. Pero lo que ocurre en la iglesia no se centra en nosotros, sino en Dios. Ir a la iglesia cuando no es conveniente es un buen recordatorio de este hecho.

En nuestro servicio de adoración semanal, hacemos precisamente eso: adoramos, dando a Dios Su valor, ofreciéndole sacrificios de alabanza y acción de gracias. Sin duda, obtenemos cosas de la iglesia —consuelo, enseñanza, compañerismo—, pero el receptor del culto es Dios, no nosotros. ¿Por qué vamos a la iglesia? Es difícil decirlo mejor que el Libro de Oración Común:

Nos hemos reunido en la presencia de Dios todopoderoso nuestro Padre celestial, a fin de proclamar Su alabanza, escuchar Su santa Palabra, y pedirle, para nosotros y los demás, aquellas cosas que son necesarias para nuestra vida y nuestra salvación.

¿Tendré ganas de levantarme temprano en Navidad este año para repasar mi sermón? Me gustaría pensar que sí, pero quizá no. ¿De niño me apetecía ir a la iglesia el día de Navidad? La verdad es que no. Puede que a ti tampoco, y puede que a tus hijos tampoco. Pero en Navidad, sobre todo, es importante recordarnos quiénes somos: homo adorans, «el hombre como adorador». Cuando nos entendemos bien a nosotros mismos, entendemos bien a la iglesia, y viceversa.

El sentido de la Navidad

Ir a la iglesia en Navidad nos recuerda no solo el sentido de la iglesia, sino también el sentido de la Navidad. Es fácil distraerse en esta época del año. Las fiestas, las decoraciones, los regalos: la sobrecarga sensorial puede hacernos olvidar el motivo de las festividades.

Los adornos en sí no son el problema. Al contrario, si se ve desde el punto de vista correcto, la pompa de la Navidad sirve como un indicador gozoso del nacimiento de Cristo. El problema no está en los indicadores, sino en nosotros. Me encanta la ilustración de C. S. Lewis:

Se habrá dado cuenta de que la mayoría de los perros no entienden señalar. Si señalas un trozo de comida en el suelo, el perro, en lugar de mirar al suelo, olfatea tu dedo. Un dedo es un dedo para él, y eso es todo. Su mundo consiste en hechos y no en significados.

“Ir a la iglesia en Navidad nos recuerda no solo el sentido de la iglesia, sino también el sentido de la Navidad”

Cuántas veces podemos ser como el perro de Lewis en Navidad: maravillados con el nuevo televisor, saboreando un buen ponche, pero sin deleitarnos con el regalo que está detrás de los regalos: la encarnación del Hijo de Dios. Ir a la iglesia en Navidad contextualiza la temporada para nosotros.

Cada domingo en mi iglesia, un diácono lee la lectura designada del evangelio desde el centro del santuario. Es un recordatorio táctil de lo que celebramos exactamente en Navidad. Jesús anunció las buenas nuevas del reino no desde la distancia, sino en la tierra, en carne y hueso, en medio de Su pueblo. Al no considerar el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, Jesús bajó de Su trono celestial.

Vino entre nosotros, comiendo con recaudadores de impuestos y pecadores. No vino a ser servido, sino a servir: Jesús, el diácono verdadero. Vamos a la iglesia para escuchar la voz de Cristo anunciando buenas noticias. La voz de Cristo atraviesa la cacofonía de la actividad festiva. Sus palabras transforman y reorientan las fiestas, dando una definición y un sentido nuevos a nuestra alegría.

Cuando llegué a casa después de ir a la iglesia en 1994, encontré mi palo de hockey justo donde lo había dejado. No recuerdo haber relacionado ese regalo concreto con el don del evangelio. Sin embargo, no me cabe duda de que la fidelidad de mis padres, quienes me llevaban a la iglesia todos los años incluso cuando yo no tenía ganas, me ayudó a comprender el significado de la iglesia y de la Navidad. 

Por eso nuestra iglesia celebra servicios el día de Navidad.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

Imagen: pixabay.com

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jueves, 22 de diciembre de 2022

LA ESTRELLA SOBRENATURAL DE BELÉN

Por: John Piper

“¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque vimos Su estrella en el oriente y Lo hemos venido a adorar”, Mateo 2:2.

Una y otra vez la Biblia deja perpleja nuestra curiosidad sobre cómo sucedieron ciertas cosas. ¿Cómo es que esta “estrella” llevó a los magos del este a Jerusalén?

No dice que los guió, o que fue delante de ellos en el camino a Jerusalén. Solo dice que vieron una estrella en el este (Mt. 2:2) y llegaron a Jerusalén. ¿Y cómo fue que esa estrella iba delante de ellos en la pequeña caminata de cinco millas de Jerusalén a Belén, como dice Mateo 2:9? ¿Y cómo descansó una estrella sobre el lugar donde estaba el niño?

La respuesta es: no lo sabemos. Han habido numerosos esfuerzos por explicarlo en términos de alineaciones de planetas o cometas o supernovas o luces milagrosas. Simplemente no lo sabemos. Y quiero exhortarte a que no te preocupes, no te obsesiones con teorías que al final solo son tentativas y tienen muy poco significado espiritual.

Me arriesgo a generalizar al advertirte: las personas que se afanan y se preocupan por estas cosas —cómo fue posible lo de la estrella, cómo se dividió el Mar Rojo, cómo cayó el maná, cómo sobrevivió Jonás en el pez, cómo la luna se convertirá en sangre— son generalmente personas que tienen lo que yo llamo “una mentalidad por lo secundario”.

“Solo hay una Persona que puede estar detrás de esa intencionalidad en las estrellas: Dios mismo”.

No ves en ellos un profundo aprecio por las grandes cosas centrales del evangelio: la santidad de Dios, la fealdad del pecado, la incapacidad del hombre, la muerte de Cristo, la justificación solo por la fe, la obra santificadora del Espíritu, la gloria del regreso de Cristo, y el juicio final

Parece que siempre te están llevando a un desvío con un nuevo artículo o libro que les entusiasma porque se trata de algo secundario. Hay poco regocijo por las grandes realidades centrales.

Pero lo que está claro con respecto a este asunto de la estrella es que está haciendo algo que no puede hacer por sí sola: está guiando a los magos al Hijo de Dios para que lo adoren.

Solo hay una Persona, pensando bíblicamente, que puede estar detrás de esa intencionalidad en las estrellas: Dios mismo.

Entonces, la lección es clara: Dios está guiando a los foráneos a Cristo, para que lo adoren. Y lo está haciendo al ejercer influencia global, probablemente incluso universal, y poder para hacerlo.

Lucas nos dice que Dios actuó en todo el Imperio romano para que el censo se realizara en el momento exacto, para llevar a una virgen insignificante a Belén, para cumplir la profecía del nacimiento. Mateo muestra a Dios obrando en las estrellas en el cielo para llevar a un pequeño montón de foráneos a Belén para que pudieran adorar al Hijo.

“Los magos vinieron y vieron. Nosotros tenemos que ir y contarle a otros”.

Este es el diseño de Dios. Lo hizo entonces. Todavía lo está haciendo ahora. Su objetivo es que las naciones, todas las naciones (Mt. 24:14), adoren a su Hijo.

Esta es la voluntad de Dios para todos, aquellos en tu oficina, en el trabajo, en el aula, en el vecindario, y en tu hogar. Como dice Juan 4:23: “El Padre está buscando que tales personas lo adoren”.

Al comienzo de Mateo todavía hay un patrón de “ven y ve”. Pero al final, el patrón es “ve y cuenta”. Los magos vinieron y vieron. Nosotros tenemos que ir y contarle a otros.

Pero lo que no es diferente es el propósito y el poder de Dios en reunir a las naciones para que adoren a su Hijo. Magnificar a Cristo a través de la adoración candente de todas las naciones es la razón por la cual el mundo existe.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

Imagen: Lightstock

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miércoles, 21 de diciembre de 2022

EL NACIMIENTO DEL ETERNO HIJO DE DIOS

 


Por Sugel Michelén

Uno de los episodios más conocidos de la historia del nacimiento del Señor Jesucristo, es el de la visita de los magos. El evangelista Mateo relata en el capítulo 2 de su evangelio que un grupo de hombres sabios vinieron de oriente a Jerusalén en los días de Herodes, preguntando sobre el rey de los judíos que había nacido.

Esto, por supuesto, causó un enorme revuelo en la ciudad de Jerusalén y una gran preocupación en el corazón del rey Herodes. Por lo que inmediatamente convocó a todos los principales sacerdotes y a los escribas, para preguntarles dónde se suponía que habría de nacer el Cristo.

Y la respuesta fue dada de inmediato: en Belén de Judea. Esto era algo que todos los rabinos de Israel conocían perfectamente, porque así había sido profetizado 700 años antes por el profeta Miqueas (Mi. 5:1-2; comp. Jn. 7:41-42).

Miqueas fue un profeta del siglo VIII a. C., contemporáneo de Isaías, que ministró durante un período muy difícil de la historia de Israel. Por un lado, la nación estaba sufriendo de una profunda descomposición interna. El pueblo de Israel se encontraba en ese momento en un nivel muy bajo espiritual y moralmente hablando.

Y por el otro lado, tenían la amenaza del ejército asirio, que en el futuro cercano les propinaría una derrota muy humillante (es a eso que se refiere el profeta cuando dice en el vers. 1: “con vara herirán en la mejilla al juez de Israel”). Así que había problemas de dentro y de fuera. Una gran descomposición social y una amenaza militar inminente.

Y es en ese contexto que el profeta proclama la venida de un gobernante extraordinario, del cual se profetizan tres cosas:

EL LUGAR DE SU NACIMIENTO

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel” (vers. 2).

Hay un himno muy conocido que se suele cantar en tiempos de Navidad, compuesto por Philips Brooks; el himno se titula en español: “Oh aldehuela de Belén”.

Si buscan en el Diccionario de la Real Academia la palabra “aldehuela”, verán que se trata del diminutivo de “aldea”. Y si buscan la palabra “aldea”, verán que significa: “Pueblo de corto vecindario y, por lo común, sin jurisdicción propia.” Así que una aldea ya es de por sí un pueblo pequeño, pero una aldehuela es más pequeña aún.

Pues así era Belén en tiempos del profeta Miqueas, un lugar tan pequeño que en ocasiones no fue contado al enumerar los pueblos y aldeas de Judá. Belén fue pasada por alto en la lista de Jos. 15:21 y en Neh. 11:25. Es a eso que se refiere el profeta en el versículo 2; Belén no tenía tamaño suficiente como para ser contada “entre las familias de Judá”.

Sin embargo, Belén ocupa un lugar prominente en la historia de Israel; primero, porque allí nació el rey David; y segundo, porque fue el lugar escogido por Dios para el nacimiento del Mesías.

El Mesías pudo haber nacido en Roma, la capital del imperio; o al menos pudo haber nacido en Jerusalén, la ciudad más importante de Israel. Pero Dios escogió una aldea pequeña e insignificante, y dentro de esa aldea un establo, para la encarnación de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Él debía mostrar en todo el carácter de su obra, y Él no vino para ser servido sino para servir. El éxito de su empresa dependía enteramente de su humillación, porque Él vino a tomar el lugar de pecadores culpables que no merecían un palacio, sino un patíbulo. Antes de ser exaltado, era necesario que Cristo fuese humillado (comp. Fil. 2:5-11).

Pero el profeta no sólo anuncia de antemano el lugar de su nacimiento, sino también la naturaleza de su obra.

LA NATURALEZA DE SU GOBIERNO MESIÁNICO

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel” (vers. 2). Dos cosas importantes se señalan aquí en cuanto a la obra de este personaje que habría de nacer en Belén.

Por un lado, nos dice que esta persona vendrá a implantar su gobierno en Israel; pero por el otro lado, enfatiza el hecho de que él no viene a gobernar en su propio nombre, sino en el nombre de Dios.

Noten que el texto no dice simplemente: “de ti saldrá”, sino “de ti ME saldrá el que será Señor en Israel”. En otras palabras, “Ése que nacerá en ti vendrá de parte de mí”, dice Dios. Este gobernante que Dios promete en Miqueas 5:2 habría de gobernar en nombre del Padre. Esto es algo que Cristo enfatizó en su ministerio una y otra vez:

En Juan 4:34 dijo a sus discípulos: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”.

Y en Juan 5:30 dice una vez más: “Porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”.

Y en Juan 7:16: “Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me envió”.

Como el Mesías enviado de Dios, Cristo no sólo dependía en todo de Su Padre, sino que estaba plenamente consciente de que la esencia de Su obra era revelar al Padre y llevar a los hombres a someterse a Él.

Cristo no vino a establecer por la fuerza un reino terrenal, derrocando a los enemigos de Israel, sino a hacer posible que hombres y mujeres pecadores se sometieran voluntariamente al dominio de Dios. Eso fue lo que Él quiso recalcarle a Pilato durante el juicio civil, unas horas antes de la crucifixión:

“Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”.

Si Cristo hubiera venido a implantar un reino como los reinos comunes y corrientes de este mundo, lo primero que hubiera hecho sería reclutar soldados; pero él vino a implantar un reino de una naturaleza muy diferente.

“Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey”.

El Señor evita responder esta pregunta directamente para no crear malos entendidos; Jesús no era el tipo del rey que Pilato tenía en mente, pero tampoco puede negar que Él era rey en el más alto sentido de ese término:

“Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Jn. 18:36-37).

Noten cómo Cristo conecta su reinado con la verdad. Su victoria no se obtiene forzando a sus enemigos desde fuera, sino dándoles convicciones desde dentro. Y su arma de guerra es la verdad. El reino que Cristo vino a implantar está compuesto de hombres y mujeres que se han sometido voluntariamente a la verdad de Dios que Cristo encarna en su Persona.

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Jn. 14:6).

Pero hay algo más en esta profecía que le fue revelada al profeta Miqueas acerca del Mesías…

LA NATURALEZA DE SU PERSONA

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (vers. 2).

Este texto parece contradictorio. Por un lado nos habla de alguien que habría de nacer como todos nacemos, y aún señala el lugar de su nacimiento. Pero por otra parte nos dice que esa Persona que habría de nacer en Belén no comenzaría a existir en ese momento; más bien se trata de alguien que ha existido desde toda la eternidad, un atributo que solo puede poseerlo Dios (comp. Is. 40:28).

Pero es ese Dios el que anuncia en Miqueas 5:2 que ha de enviar al Mesías: “De ti me saldrá el que será Señor en Israel”. ¿Es el Mesías Dios mismo, o alguien que habría de ser enviado por Dios?

Esta misma dificultad la encontramos en la profecía de Isaías 9:6, la cual se refiere también al nacimiento del Mesías: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.

Nacería como un niño, pero sería llamado “Dios Fuerte” y “Padre Eterno”. ¿Cómo puede ser esto posible?

La solución de este dilema es la encarnación del Hijo de Dios. Él es Dios y, por lo tanto, siempre ha existido; pero voluntariamente, y por amor a nosotros, decidió asumir en el tiempo una naturaleza humana, semejante en todo a la nuestra, pero sin pecado.

Y estando en condición de Hombre, decidió tomar nuestro lugar en la cruz del calvario para pagar así nuestra deuda con la justicia divina. Ese es el gran mensaje del evangelio, la buena noticia de que Dios mismo vino al mundo a salvar a sus criaturas, haciéndose como uno de ellos y muriendo en su lugar.

Es Dios quien envía, como vemos en Miqueas 5:2; pero Ese que es enviado no es otro que Dios mismo, la segunda persona de la Trinidad. He ahí la solución del dilema.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:1 y 14).

Es ese hecho extraordinario que supuestamente el mundo recordará el 25 de Diciembre. Lamentablemente, la celebración no concuerda en nada con la naturaleza del evento. El nacimiento de Cristo es la solución de Dios al problema del pecado; ninguna celebración de la Navidad será apropiada si evadimos ese hecho.

Ese nacimiento nos recuerda que todos nosotros tenemos un serio problema con la justicia de Dios y que no son muchas las opciones que tenemos para resolverlo. “Hay un solo Dios y un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre”, dice Pablo en 1Tim. 2:5.

Esa es el gran mensaje de la Navidad, que Dios ha provisto salvación es gratuita, por medio de la fe en Su Hijo. “El justo murió por los injustos para llevarnos a Dios” (1P. 3:18).

Fuente: coalicionporelevangelio.org

Imagen: freepik.es

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