“Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios” (Efesios 2:8)

miércoles, 31 de agosto de 2022

¿POR QUÉ EL CORAZÓN IMPORTA EN LA PREDICACIÓN?

 


Por: Murray Capill

La verdadera vida del evangelio está siempre motivada por el corazón. El cristianismo no es una religión de mera práctica externa ni de ritual externo, sino una fe que gira en torno a una relación personal con Dios; una relación en la que nuestros pensamientos, nuestros motivos, nuestros deseos y nuestros actos están cada vez más dirigidos hacia Él y su gloria.

Sin embargo, el corazón está naturalmente en un estado de muerte espiritual: “Y Él os dio vida a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, (Efe. 2:1). No está calibrado para amar a Dios como debería, sino terriblemente corrompido e inclinado hacia el mal. La gran necesidad de cada hombre, mujer y niño es un nuevo corazón reprogramado por completo. Precisamos que la ley de Dios esté escrita en nuestros corazones, para que deseemos y seamos capacitados a la vez para obedecer a Dios con sinceridad: “Pondré dentro de vosotros mi espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente mis ordenanzas. (Ez. 36:27-27).

Esta no solo es nuestra gran necesidad, sino también la gran obra del evangelio. Por el poder del Espíritu Santo, y por medio de la obra de Jesucristo, Dios puede darnos un nuevo corazón que sea capaz de responderle con amor y fidelidad.

En el Antiguo Testamento aparecen no menos de ochocientas cincuenta y ocho veces las palabras hebreas para corazón (leb y lebáb) y ciento sesenta usos del equivalente (kardía) en el Nuevo Testamento. La inmensa mayoría de esos usos se refieren al núcleo central, el ser interior de la persona. De este uso extenso destacan algunos temas y énfasis dominantes. Al principio de la narrativa bíblica se nos dice que:

“Y el SEÑOR vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal”, (Génesis 6:5).

Sin embargo, el pueblo del pacto de Dios fue llamado a establecer su corazón en Dios:

“Pero de allí buscarás al SEÑOR tu Dios, y lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma… Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón”, (Deuteronomio 4:29, 6:5-6.)

Obviamente, cualquier predicador que quiera tener impacto querrá predicar al corazón. ¿Pero cómo se hace esto? ¿Qué facultará el acceso al corazón humano? ¿Cómo predicas para tocar, mover o despertar el corazón?

"El evangelio llama a la respuesta de todo nuestro ser al Dios vivo, quien nos ha salvado de nuestra pecaminosa rebeldía. El cristianismo del corazón incluye lo que pensamos, sentimos, hacemos y deseamos".

La herramienta más útil para el predicador, que apunta al corazón, es considerar las diversas facultades de este. El corazón humano se entiende mejor como las facultades centrales de la mente, la conciencia, la voluntad y las pasiones.

La mente se halla arriba, como punto de entrada al alma; las pasiones se encuentran en la parte inferior, como parte más profunda del alma. En medio están la conciencia y la voluntad, que son afectadas por la mente y las pasiones. Entender estas facultades y cómo funcionan juntas ayudará al predicador a apuntar al corazón.

El evangelio llama a la respuesta de todo nuestro ser al Dios vivo, quien nos ha salvado de nuestra pecaminosa rebeldía. El cristianismo del corazón incluye lo que pensamos, sentimos, hacemos y deseamos. No está centrado en un ritual externo, sino en una realidad interna, que produce fruto en nuestra vida.

Nuestros corazones están abiertos delante de Dios y Él lo ve todo: nuestros motivos, deseos, intenciones y acciones. Afortunadamente, Él es el Dios quien, por la obra de gracia de su Hijo y su Espíritu, cambia los corazones y nos da una mente renovada, una conciencia despierta, una voluntad transformada y pasiones y deseos piadosos.

En el corazón no regenerado, la mente está oscurecida, la conciencia está cauterizada, la voluntad es rebelde, y las pasiones son impías. En la regeneración, se nos da un nuevo corazón: la mente se esclarece, la conciencia se despierta, la voluntad se transforma y las pasiones se vuelven hacia Dios y la piedad. Es por todo esto que llegar al corazón importa en la predicación.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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lunes, 29 de agosto de 2022

¿TU DESEO DE CONTROL COMPITE CON LA SOBERANÍA DE DIOS?

 

Por: Jen Wilkin 

Como Dios controla todo, puede hacer que todas las cosas obren para nuestro bien, aun aquellas que otros pretendan para mal. Los teólogos hablan de su voluntad activa y su voluntad pasiva.

Él obra activamente a través de nuestra obediencia, pero también puede obrar pasivamente a través de la desobediencia, como en el caso de los hermanos de José. José reconoció que aquello que hicieron sus hermanos para causarle mal, Dios lo usó para lograr Sus buenos propósitos.

Aunque Dios controla todo, aquellos que hacen el mal siguen siendo responsables de sus decisiones pecaminosas. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo podemos ser responsables de nuestras decisiones si Dios es soberano? La soberanía divina y la responsabilidad humana son verdades paralelas que debemos sostener simultáneamente.

La Biblia afirma reiteradamente la soberanía absoluta de Dios y el libre albedrío del hombre. El mismo Jesús que afirmó: “Nadie puede venir a Mí si no lo atrae el Padre que me envió”, también dijo: “Vengan a Mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y Yo les daré descanso” (Jn. 6:44; Mt. 11:28 NVI).

Dios nos llama a salvación. Nosotras respondemos a su llamado por nuestra propia voluntad. Si no tuviéramos libre albedrío, entonces Dios sería injusto al castigar el pecado.

Cómo pueden coexistir nuestro libre albedrío y la soberanía de Dios es un misterio. Nuestros límites humanos nos impiden entender plenamente cómo dos puntos aparentemente contradictorios pueden ser verdad. Es bueno meditar en este asunto, pero si permitimos que nos distraiga de una pregunta de mayor importancia, hemos perdido el enfoque. Lo que deberíamos preguntarnos es: ¿Cuán comprometidas estamos con el mito de nuestra propia soberanía?

Para responder con honestidad, considera las cuatro áreas en que luchamos por el control.

1. Nuestros cuerpos

La forma en que manejamos nuestros cuerpos dice mucho sobre nuestra necesidad de controlar. Ocuparnos de nuestros cuerpos es un asunto de mayordomía. No nos pertenecen. Nos han sido dados para que los mantengamos en salud. Pero cuando cruzamos la línea hacia un control enfermizo, pasamos de la mayordomía a la idolatría.

Esto puede manifestarse de diferentes formas: preocupación obsesiva con la dieta o el ejercicio, trastornos alimenticios, temor excesivo ante la enfermedad o los gérmenes, hipocondría, temor a envejecer, o simplemente vanidad.

“La forma en que manejamos nuestros cuerpos dice mucho sobre nuestra necesidad de controlar”.

¿Cómo podemos saber si hemos pasado del cuidado al control excesivo? Sin duda, por la forma en que afecta nuestro tiempo, pero también nuestras palabras y nuestras billeteras. Cuando nos esforzamos por tener un control enfermizo sobre nuestros cuerpos, hablamos sobre ellos constantemente.

Nuestros métodos, expectativas, y resultados siempre surgen en nuestras conversaciones y nuestras redes sociales. Racionalizamos el costo económico de cualquier suplemento, procedimiento médico, crema rejuvenecedora, licuadora, o membresía de gimnasio con tal de lograr nuestra meta.

Nuestra necesidad de controlar también termina afectando nuestras relaciones. Juzgamos a aquellos que no siguen nuestros regímenes estrictos, menospreciándolos por su “indisciplina” en cuanto a su salud o por su “descuido” en cuanto a su apariencia. Preferimos invertir el tiempo y los recursos que tengamos en nosotras mismas y no en otras personas.

2. Nuestras posesiones

Lo mismo sucede con nuestras posesiones. Nuestro llamado es a administrarlas bien, no a hacer con ellas lo que queramos. No es malo tener cosas, pero sí es malo adorarlas. Nuestro deseo de controlar excesivamente nos lleva a obsesionarnos con adquirir, multiplicar o mantener lo que tenemos.

Esto es lo que está detrás de la acumulación de ciertos artículos, de las compras compulsivas, del miedo a usar lo que poseemos porque podría dañarse o sufrir desgaste, del cuidado obsesivo de alguna propiedad, del control excesivo de las finanzas, y de la incapacidad de prestar o regalar bienes a otros.

¿Te enfurece encontrar un rasguño en tu automóvil? ¿Te enorgullece que ese automóvil sea mantenido con toda meticulosidad? La manera en que reaccionamos al daño o a la pérdida de las posesiones revela si tenemos problemas de control en esta área. ¿Te parece racional acumular deudas para mantener cierto estilo de vida? Algo no anda bien con tu percepción de tus posesiones.

3. Nuestras relaciones

Todas nuestras relaciones humanas son ordenadas por Dios; son oportunidades para mostrar amor preferencial por otras personas hechas a su imagen. Los conflictos en las relaciones suelen ser por un asunto de control.  Ese deseo enfermizo de controlar en una relación puede manifestarse como intimidación o manipulación (verbal, emocional, o física), que son los sellos distintivos del abuso.

Sabemos cómo lucen los extremos —los vemos cada día en las noticias, o tristemente los conocemos de primera mano. La mayoría de nosotras no caemos en la categoría de “agresoras”, pero eso no significa que no somos controladoras de alguna forma u otra.

Hay formas de controlar que son más sutiles, como la incapacidad de admitir que nos pasa algo, la necesidad de tener la última palabra, la necesidad de tener ventaja sobre otros, y la resistencia a hacer las cosas de una forma diferente a la nuestra. Ya sea que actuemos de esta manera con un niño, un esposo, una amiga o un(a) colega, estamos queriendo controlar.

Lo más común es que caigamos en conductas controladoras hacia aquellos que Dios ha puesto bajo nuestra autoridad. Los padres, los líderes en las iglesias, y los dirigentes empresariales que tienen un deseo excesivo por el control terminan siendo líderes autoritarios, dando más importancia a las reglas que a las relaciones. Ser una autoridad significa establecer límites que preserven la relación, no que la hagan más difícil.

“El amor preferencial por otros exige que aplastemos nuestro deseo de controlarlos”

Una amiga me dijo una vez que cuando sus hijos se acusaban en medio de una pelea (una evidente lucha por el control), ella preguntaba: “¿Quién está siendo el más amable?”. ¡Qué pregunta más reveladora para cualquier conflicto relacional!

El amor preferencial por otros exige que aplastemos nuestro deseo de controlarlos. ¿Permites que tus cambios de humor lleven a otros a andar con cuidado para no ofenderte o enojarte? ¿Esperas que otros puedan leer tu mente cuando han herido tus sentimientos? ¿Hay un mensaje oculto en tus palabras? Escoge la amabilidad en vez del control, y verás cómo mejoran tus relaciones.

4. Nuestras circunstancias o entornos

La vida es incierta. Dios conoce el futuro, pero nosotras no, y la mayoría de nosotras no manejamos muy bien la incertidumbre. Las que quieren controlar las circunstancias tratan de hacer provisión para todo imprevisto que pudiera surgir. Tienen por costumbre planificar demasiado, y convierten las tareas más simples en grandes proyectos.

Mientras menos control crean que tengan, mayor será su tendencia a controlar. Son las que se la pasan dando órdenes, las que ofrecen “ayuda” no solicitada para proyectos o situaciones que no tienen que ver directamente con ellas, las que son estrictamente puntuales aun cuando nadie las está esperando, y las que luchan contra un deseo abrumador de ser la persona a cargo del control remoto.

Saben cuál es la mejor manera de llenar el lavaplatos, y lo reordenan disimuladamente cuando piensan que nadie está viendo.

Hurgan en la basura después de que la fiesta se ha terminado —sin importar la hora ni la cantidad de basura— para sacar todo lo que sea reciclable. De todos modos, no serán capaces de dormir hasta que se haya hecho. Desarrollan rituales y rutinas de los cuales depende su tranquilidad.

Hay reglas para todo, desde el orden en que debe comerse la comida en el plato hasta la manera en que debe ordenarse el cajón de las medias. Si ves un espejo torcido en la pared, ¿puedes pasarle por delante sin acomodarlo? Si no puedes, quizás la próxima vez que lo hagas debas tomarte un momento para reflexionar. Yo tuve que hacerlo para encontrar estos ejemplos. No me identifico con todos, pero sí con muchos.

Nadie me acusaría de ser compulsivamente puntual, pero muchos saben que soy una farisea con el reciclaje y una legalista con el lavaplatos. No tienes que padecer del trastorno obsesivo-compulsivo para tener problemas de control en cuanto a tus circunstancias o entornos. Solo tienes que ser una humana limitada.

Recordemos que cuando intentamos controlar, estamos declarando que somos nosotras quienes deberíamos gobernar el universo, y no un Dios infinitamente bueno, omnisciente, omnipotente, y soberano. Oremos que Él nos conceda no tratar competir con su soberanía en nuestras vidas.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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MUJER GOTERA

 


Por: Pilar Herrera

Estoy segura de que alguna vez en tu casa has tenido una gotera, ya sea por causa de la lluvia o por un grifo dañado que no deja de gotear. De hecho, en mi cocina tengo un pequeño grifo que en la última semana no ha parado de gotear.

Cuando hay silencio en la casa (para ser honesta, pocas veces) es un sonido que es constante, irritador y desesperante. Parece que te taladra en la cabeza. A veces te dan ganas de arrancarlo y acabar por completo con ese ruido torturador. 

Es algo continuo, con ritmo, no se detiene, tic, tic, tic, gota a gota, y sigue cayendo sin cesar, ¡es terrible! A mí me desespera, sabes a lo que me refiero ¿verdad?

La mujer gotera

Mira lo que dice la Biblia en Proverbios 27:15-16:

“Gotera constante en día de lluvia Y mujer rencillosa, son semejantes; El que trata de contenerla, es como refrenar al viento Y recoger aceite con su mano derecha”.

La Biblia compara este ruido enloquecedor de gotera continua con la mujer rencillosa. ¿Qué quiere decir la palabra “rencillosa”? Se refiere a una persona que siempre está riñendo y dando lugar a un estado de hostilidad entre dos o más personas. Esta es la característica de la mujer descrita en estos versículos del libro de Proverbios.

¿Qué caracteriza a una mujer rencillosa?

Hay algunas características que podemos encontrar en este tipo de mujer:

– Es una mujer que discute por cualquier cosa con su esposo, hijos, compañeros de trabajo, o con cualquier persona que se relacione con ella.

– Es orgullosa y solo ve lo malo que hacen los demás, y lo bueno que hace ella. Se cree casi perfecta, y si no fuera por ella todo se hundiría.

– Es una mujer que desespera a su esposo e hijos, hasta el punto que prefieren estar fuera de la casa que convivir con ella. Proverbios lo dice de esta manera:

“Mejor es vivir en un rincón del terrado Que en una casa con mujer rencillosa” (21:9);

“Mejor es habitar en tierra desierta Que con mujer rencillosa y molesta” (21:19).

– Es una mujer insistente, cuando quiere algo procura conseguirlo a toda costa, como las mujeres de Sansón que le llevaron a la ruina.

– Por cualquier motivo crea un campo de batalla. No se le puede llevar la contraria, le cuesta reconocer que se ha equivocado.

-No tiene dominio propio, ni paciencia, se desespera e irrita enseguida. “El que trata de contenerla, es como refrenar  al viento Y recoger aceite con su mano derecha” (27:16).

Es terrible ser una mujer rencillosa, una mujer gotera. Que los demás te consideren así es muy triste y preocupante. Al final, este tipo de mujeres se quedan totalmente solas: nadie quiere estar con ellas, ni siquiera su propia familia. Parece  imposible aguantarla. Lo más importante, es una actitud que deshonra al Señor.

Ahora bien, cada una de nosotras debe analizar su vida y ver si estamos teniendo características de esta mujer rencillosa. Si realmente somos creyentes, nuestras vidas no deben estar caracterizadas de esta manera, puesto que es contrario al espíritu de un verdadero cristiano.

Cómo evitamos ser gotera continua

Antes de conocer a Jesucristo como nuestro Salvador y Señor, andábamos siguiendo la corriente de este mundo y del príncipe de este siglo, Satanás. Pero cuando Dios vino a nuestras vidas, nos cambió y transformó por completo. Somos nuevas criaturas creadas en Cristo Jesús para buenas obras, y por la obra de Cristo ya no tenemos que vivir en esclavitud al pecado. Por Cristo podemos vivir conforme a Su Palabra. Por Cristo podemos evitar ser esa clase de mujer.

Aquí algunos consejos para tratar de no ser mujer rencillosa:

– En primer lugar, si ves que tu actitud es de continuo ser una mujer rencillosa, pídele perdón a Dios, y cambia de dirección. Eso es lo que significa el arrepentimiento, el cambiar de mente y dirección en tu vida. Siempre podemos hallar perdón en los brazos de nuestro Dios y Padre.

– Tenemos que revestirnos del nuevo hombre. “Por tanto, consideren los miembros de su cuerpo terrenal como muertos… Pero ahora desechen también todo esto: ira, enojo, malicia, insultos, lenguaje ofensivo de su boca”, (Colosenses 3:5,8).

– Pidámosle al Espíritu Santo que nos vaya transformando y que nos dé un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios (1 Pedro 3:4). Solas no podemos.

– Para cambiar nuestro carácter rencilloso, tenemos que pedir a Dios sabiduría divina, y eso comienza con el temor al Señor: “El principio de la sabiduría es el temor al Señor”, Salmo 111:10. “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba”, Proverbios 14:1.

– No grites ni alces la voz. Pensamos que por gritar más tenemos más razón, pero lo que provoca es más ira y discordia: “La blanda respuesta quita la ira, mas la palabra áspera hace subir el furor”, Proverbios 15:1.

– Pregúntate si vale la pena discutir por algún asunto. A veces las discusiones y las rencillas vienen por cosas sin importancia, pero la mujer rencillosa hace una montaña de algo muy pequeño e insignificante.

Lo contrario a una mujer rencillosa y que aparta a su marido de sí misma es una mujer virtuosa, y Proverbios 31 nos da las características de esa mujer virtuosa: “El corazón de su marido está en ella confiado… ella le da bien y no mal todos los días de su vida. Abre su boca con sabiduría. Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba. La mujer que teme al SEÑOR, ésa será alabada”.

Una última palabra a aquellos que viven en casa con la mujer gotera:

Recuerden el evangelio. Así como Cristo nos perdonó, perdonémonos unos a otros.

Busquemos más al Señor para que nos vaya puliendo y transformando de gloria en gloria. Que con su ayuda y misericordia, podamos reflejar su amor y carácter en nuestras vidas. Que nuestro objetivo como mujeres creyentes sea tener un espíritu afable y apacible, porque no es que a Dios le agrada, sino que es de gran estima delante de Él. Que vivamos para su gloria. 

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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domingo, 28 de agosto de 2022

EL JUICIO FINAL SE ACERCA


 Por: Steven Lawson 

¿Qué les sucede a aquellos que mueren negando la verdad de Dios en sus vidas? ¿Qué significará para ellos haber rechazado la verdad? La mayoría de la gente de hoy no quiere pensar en el juicio final. Para aquellos que son jóvenes, la muerte y la eternidad parecen estar muy lejos.

Sin embargo, si pensáramos seriamente en la eternidad, el cielo, y el infierno, cambiaría la forma en que vivimos hoy y, para muchos, cambiará el lugar donde pasarán la eternidad. El teólogo y autor R. C. Sproul dijo: “El hombre moderno apuesta su destino eterno en que no hay un juicio final”.

Esta es una apuesta trágicamente fatal. La santidad y la justicia de Dios exigen que se ejecute la justicia perfecta en el día final. Al final de la historia humana, Dios juzgará al mundo, y su propósito eterno en la historia redentora se cumplirá.

Asomándose en el horizonte de la eternidad viene un terrible y último día de juicio. Este mundo gira en el espacio en un curso de colisión contra este último día conocido como “el juicio del gran trono blanco”. Esta hora culminante de reconocer a Dios se describe en numerosos lugares a lo largo de la Escritura.

El libro de Romanos lo identifica como “el día de la ira” (Ro. 2:5). Judas lo llama “el juicio del gran día” (Jud. 6). El apóstol Pablo dice que Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia” (Hch. 17:31). Este día se acerca rápidamente, un día de juicio final en el cual Dios estará en la corte, y todo el mundo será juzgado delante de Él.

En este juicio, Dios abrirá los libros y presentará su caso. Cada pecador perdido será juzgado, y Dios anunciará su justo veredicto y condenará a cada incrédulo al infierno.

“Cada pecador perdido será convocado a tomar su posición ante el tribunal del juicio divino, donde cada incrédulo tendrá su día en la corte ante el Señor Jesucristo”.

Esta escena final de la corte se describe con detalles dramáticos en Apocalipsis 20:11-15. Esta es la corte más alta en el cielo y en la tierra. Es la corte suprema del universo, y no hay un tribunal superior de apelación. Cada pecador perdido será convocado individualmente a tomar su posición ante el tribunal del juicio divino, donde cada incrédulo tendrá su día en la corte ante el Señor Jesucristo.

La evidencia se presentará, y será un caso irrefutable presentado por Dios mismo. No se ofrecerán refutaciones, no se hará ninguna defensa, ni se extenderá ninguna simpatía. No habrá gracia, ni algún defensor del pecador, ni injusticia. No habrá apelación exitosa por parte de los culpables, y no habrá libertad condicional de la prisión como escape. Solo habrá un juicio perfecto.

¿Qué debería decirnos esta escena del último día, a quienes somos creyentes en Jesucristo? ¿Qué debería exigir este juicio final de los creyentes? Hay dos puntos principales de aplicación que debemos poner en acción. Ambos son críticamente importantes mientras vivimos en respuesta a esta verdad.

Primero, debemos humillarnos ante esta verdad. A no ser por la gracia de Dios, sufriríamos el mismo tormento. A no ser por la gracia de Dios, seríamos juzgados y condenados. Allí, sin la gracia de Dios, seríamos condenados para siempre.

La única diferencia entre nosotros y aquellos que serán condenados en el juicio del gran trono blanco es el amor incondicional y el favor inmerecido del Señor Jesucristo. Todos los que creemos en Jesucristo merecemos ser condenados en este juicio del gran trono blanco.

Del mismo modo, deberíamos ser arrojados al lago de fuego, porque todos hemos pecado y estamos privados de la gloria de Dios. Sin embargo, Dios tomó nuestros muchos pecados y los colocó detrás de su espalda. Jesús ha quitado nuestras iniquidades como el este está lejos del oeste.

Cristo ha lavado nuestros pecados, nos ha imputado su perfecta justicia, y nos ha cubierto con su sangre, para que nuestros pecados nunca sean tenidos en cuenta ante Dios.

“A la luz de este último día, no hay lugar para la jactancia por parte de nadie”.

Debemos, por lo tanto, caminar humildemente ante nuestro Dios. A la luz de este último día, no hay lugar para la jactancia por parte de nadie. Qué humildad debería caracterizar a cada uno que confía su vida a Jesucristo. No tenemos ningún mérito nuestro, sino el mérito de Aquel que vivió en perfecta obediencia a la ley, y que murió por quienes han violado esta ley.

Cuán humildemente debemos caminar delante de nuestro Dios. Qué acción de gracias deberíamos ofrecerle al Señor. No hay condenación para aquellos que están en Cristo Jesús, y nada nos separará jamás del amor de Dios (Ro. 8). Esto debería hacernos atesorar nuestra salvación eterna en Cristo.

Considera el gran pecado que te ha sido perdonado, y considera el gran sacrificio que se ha ofrecido para quitar tu pecado. Cada uno de nosotros debe caminar humildemente ante nuestro Dios.

Segundo, debemos dar testimonio de esta verdad. La retribución de la verdad en el juicio final debería impulsarnos a la evangelización. Hay personas a nuestro alrededor que aún no han venido a Cristo, que están fuera del Reino de Dios y, por lo tanto, bajo su ira.

La experiencia del amor redentor de Dios está restringida exclusivamente para aquellos que están dentro del Señor Jesucristo. Los que están fuera de Cristo están en un lugar de miedo. Nos incumbe a todos y cada uno de nosotros ir al mundo y suplicar a los inconversos que vengan a la salvación que ya ha sido preparada por Cristo.

Qué responsabilidad tenemos de ir con nuestras familias, amigos, compañeros de clase, y colegas con un sentido de urgencia para compartir el amor de Dios en la cruz del Señor Jesucristo. ¿Cómo escaparán si descuidan una salvación tan grande? Cuán compulsivo es para nosotros ir a todo el mundo y predicar el arrepentimiento ante Dios y la fe en Jesucristo.

Debemos ser usados ​​por Dios para alcanzar a los demás, para que puedan abrazar la realidad de la verdad en la palabra de la cruz, en lugar de tener que enfrentar un día la retribución final de la verdad en el juicio final.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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¿Y SI NO TENGO GANAS DE CANTAR?

 


Por: Matt Damico 

En nuestra iglesia, cada domingo en la mañana, todo el mundo llega listo para cantar con todo el corazón. Nadie llega luego de un tenso viaje en el coche, una mañana difícil con sus niños, una larga noche de estudios, o una larga semana de trabajo. Todo el mundo está bien descansado y con ganas de cantar a Dios.

Excepto que en realidad no es así. 

Cada domingo, una buena parte de nuestras iglesias se reúnen para adorar, genuinamente anticipando cantar, orar, y escuchar la Palabra. Pero no todo el mundo. La vida es muy real, y la antigua Caída de Génesis 3 es demasiado válida como para pensar que nadie entra en la iglesia con cicatrices, vergüenza, o incluso una fría apatía. 

Pero seamos honestos, aun el más estable entusiasta en nuestras reuniones ha tenido domingos en el que desea que su corazón arda con más intensidad. Experimentamos una lucha interna en esos momentos.

Por un lado, sabemos que debemos cantar porque estamos en la iglesia. Por el otro, es bueno ser auténtico y real, y por eso se siente como una mentira cantar cuando no tenemos ganas. ¿Es mejor ser honesto y guardar silencio que ser un hipócrita que canta? 

Por supuesto, no queremos representarnos falsamente. Sin embargo, tenemos por lo menos dos buenas razones para abrir la boca y levantar nuestras voces, incluso cuando no nos da la gana. 

Tienes la voz que tu vecino necesita

En cada congregación, hay veces en que una persona no canta porque no tiene voz. Pero no porque no quiera, sino por que se siente débil o desgastada, y en ese momento apenas puede hablar, mucho menos cantar. 

Tal vez es una mujer joven que no puede cantar el himno “Estoy bien con mi Dios”, ya que el domingo se cumple un año desde la muerte de su madre. O una pareja de jóvenes que no puede cantar “Grande es tu fidelidad” a los pocos días después de otro aborto involuntario. 

En el amor infinito de Dios, Él no los deja solos. En cambio, ha ordenado que la adoración colectiva no solo trabaje verticalmente, sino también horizontalmente. En ese momento, cuando el creyente quebrantado se esfuerza para dirigirse a Dios, recordamos que Dios nos ha mandado a dirigirnos los unos a los otros con nuestros cantos: “hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón al Señor”  (Ef. 5:19).

Cuando no tenemos ganas de cantar, tenemos la oportunidad de considerar los intereses de los demás y estimar esos intereses como más importante que los nuestros: “Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, 4 no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”. (Filip. 2:3-4).

Tenemos el privilegio, de cierto modo, de abrir nuestra boca por el mudo: “Abre tu boca por los mudos, por los derechos de todos los desdichados” (Prov. 31:8).

Puede que no quieras cantar, pero quizá la persona a tu lado, delante, o detrás de ti necesita que cantes. La imagen y el sonido de tu cantar puede que les haga ver las verdades del evangelio, o los impulse a creer, como el salmista, “Porque tu misericordia es mejor que la vida, mis labios te alabarán” (Sal. 63:3). 

La imagen y el sonido del pueblo de Dios cantando es una  emocionante y poderosa exhortación para aquellos corazones que les cuesta creer en las verdades que están siendo cantadas a su alrededor. El próximo domingo que prefieras guardar silencio, recuerda a tus vecinos y canta su canción.

El cantar doblega nuestras almas a Dios

Otra razón para cantar cuando no sentimos ganas es la siguiente: el canto puede ser la mejor manera de comenzar a sentir ese deseo.

Es imposible que nosotros deseemos lo correcto todo el tiempo. Nuestras voluntades y afectos a menudo le pierden el paso a nuestro conocimiento. Sé que debería hacer más ejercicio, pero el deseo a veces no está. Sé que debería orar más, pero mi corazón a menudo está frío.

¿Eso quiere decir que cuando logro convencerme a mí mismo de orar o hacer ejercicio, en realidad no estoy orando o ejercitándome? Por supuesto que no. Es mejor cuando deseamos todo lo que debemos hacer, pero no tenemos por qué esperar a sentirnos bien antes de actuar bien.

En Mero Cristianismo, C. S. Lewis articula esto con su típica intensidad acerca de amar a nuestro prójimo cuando no tenemos el deseo:

“Aunque normalmente se debe alentar los gustos naturales, sería erróneo pensar que el camino para convertirse en una persona caritativa es sentarse y tratar de fabricar sentimientos de amor… La regla para todos nosotros es muy sencilla. No pierdas el tiempo considerando si “amas” o no a tu vecino; actúa como si lo hicieras. Tan pronto hacemos esto encontramos uno de los grandes secretos: Cuando te comportas como si amaras a alguien, pronto llegarás a quererlo”.

Lo mismo sucede al cantar. No esperemos a que nuestros corazones ardan antes de abrir la boca. Abrir la boca puede ser una parte importante de encender el fuego.

Esto no es hacer las cosas en tus fuerzas. Levantar tu voz, cuando prefieres no hacerlo, puede ser un acto de fe; creer que la Palabra de Dios es verdadera: “¡Aleluya! Porque bueno es cantar alabanzas a nuestro Dios, porque agradable y apropiada es la alabanza” (Sal. 147:1).

Puede que tengas que orar: Abre mis labios, oh Señor, para que mi boca anuncie tu alabanza.” (Sal. 51:15),

Pero en poco tiempo, que no te sorprenda encontrar que tu corazón empieza a llenarse de agradecimiento y alabanza.

Tal vez sea este fin de semana. Vendrá un domingo en el que sentirás un desinterés frío en el cantar de los santos. Cuando eso suceda, recuerda las promesas de Dios, recuerda a tu vecino, y recuerda el privilegio y lo catalizador que puede ser cantar a quien nos ha salvado.

 

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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sábado, 27 de agosto de 2022

¿EXISTE ALGUNA SITUACIÓN EN LA QUE UN CRISTIANO PUEDA MENTIR?

 


Por: Sam Storms

¿Existe alguna situación en la que un cristiano pueda mentir? No se equivoque: Dios es verdad y nosotros somos llamados a ser como Dios. Por lo tanto, decir la verdad es un deber moral crucial para los que están en el reino de Dios (Jn. 8:44; Hch. 5: 1-11; Col. 3:9; Ap. 21:27).

La pregunta es la siguiente: ¿Es alguna vez moralmente permisible decir una mentira? ¿O estamos obligados a decir la verdad en toda situación, sin importar las consecuencias?.

 A medida que buscamos responder esta pregunta, es importante recordar que nuestras conducta o acciones son vehículos para la verdad y la falsedad, la autenticidad y el engaño, no menos que nuestras propias palabras.

Por lo tanto, ¿está el cristiano justificado para comunicar algo falso en algún momento?. Quizás algunos de los siguientes ejemplos ayudaran a enfocar nuestros pensamientos:

¿Es ético poner un letrero en su cerca diciendo “cuidado con el perro” cuando usted no tiene un perro?

¿Es ético dejar las luces prendidas de su casa cuando usted no está para disuadir a un ladrón?

¿Es ético que una mujer finja un ataque al corazón o un desmayo cuando es atacada por un violador? ¿Es ético que esta mujer clame por su marido como si estuviera cerca, cuando en realidad no lo está? ¿Es ético que le diga a su agresor que ella tiene una enfermedad de transmisión sexual con el fin de disuadir su asalto?

¿Estaban justificados los aliados en la Segunda Guerra Mundial de engañar a Hitler sobre la ubicación de la invasión de Normandía?

¿Es ético que un equipo de fútbol envié a uno de sus jugadores en movimiento hacia el lado izquierdo de la formación con el fin de engañar al equipo contrario, cuando en realidad se llevará a cabo a la derecha?

¿Es ético que la policía opere el radar en vehículos sin identificación policíaca? Después de todo, al usar vehículos sin identificación nos están engañando deliberadamente a pensar que son civiles.

¿Es ético para la policía llevar a cabo investigaciones encubiertas, vestidos como civiles, que por definición demandan que engañen a la gente en cuanto a su identidad e intención?

¿Es ético mentirle a alguien acerca del lugar a donde lo llevan con el fin de mantener el secreto de una fiesta sorpresa de cumpleaños que se planea en su honor?

¿Es ético que los militares lleven uniformes de camuflaje con el fin de engañar a sus enemigos con respecto a su ubicación?

En Columbine, Colorado, durante el tiroteo trágico de abril de 1999, uno de los hombres armados preguntó: “¿Alguien de aquí cree en Jesucristo?”. ¿Estaban obligados moralmente todos los cristianos presentes a identificarse como tal?

Suponga que en algún momento llevó un estilo de vida homosexual, o tal vez solo participo escasamente en algunos de sus actos. En los últimos años ha caminado en la pureza sexual y ya no siente impulsos homosexuales. Un amigo o pastor le pregunta: “¿Alguna vez ha incurrido en conducta homosexual?”. ¿Está moralmente obligado a decir que sí? ¿Está mintiendo si dice que no? El decir: “Sin comentarios” es equivalente a decir “sí”, por lo menos así lo tomará el interrogante.

Considere los siguientes ejemplos donde parece que las obligaciones morales están en conflicto:

El padre de Ricardo está a punto de morir y le hace una petición a su hijo: “Prométeme por favor que vas a cuidar de mis caballos. Prométeme que los vas a alimentar, cepillar, y hacer lo que sea necesario para mantenerlos sanos”.

En el dolor por la condición de su padre y por amor, Ricardo le da su palabra. Después de seis meses, el dinero que su padre le dejo para cubrir los gastos del cuidado de sus caballos se acaba. Ricardo se ve obligado a pedir dinero prestado para poder cumplir la promesa que le hizo a su padre. Pronto, esta situación financiera comienza a afectar a su esposa e hijos. ¿Está Ricardo moralmente obligado a seguir pagando por el cuidado y mantenimiento de estos caballos, mientras que sufre su familia? ¿Es la “promesa” de Ricardo a su padre moralmente vinculante?.

Alex, el hermano de María, ha puesto una bomba terrorista que detonará en una hora en algún lugar de Kansas City. María es la única persona que sabe dónde se oculta y le prometió a Alex que nunca lo diría. A pesar de que ahora se arrepiente de haber hecho tal promesa, como una buena hermana, se niega a revelar la ubicación de la bomba.

Si no descubrimos dónde se encuentra la bomba y la desmontamos antes de una hora, miles de personas inocentes morirán. Supongamos que podemos torturar a María para extraerle la información. ¿Sería moralmente permitido hacerlo? Considerando que la tortura es un acto inmoral, ¿podrán las consecuencias humanitarias justificar el acto de tortura hacia María? El utilitario diría que sí. ¿Qué dice usted, y por qué?

Una situación interesante se presenta en la película, “Regresando al Paraíso”. Tres amigos están de vacaciones en Malasia. Después de haber alquilado una bicicleta, uno de ellos la destruye y no la regresa ya que supone que simplemente el dueño se quedaría con el deposito (que él cree que vale más que la bici). Dos de los tres amigos se retiran del país al día siguiente. Una semana después, el dueño de la bici llega con la policía para reclamar su propiedad. No encuentran la bicicleta, pero si 104 gramos de hachís. Cualquier persona que se encuentra con más de 100 gramos es considerada como traficante de drogas. El joven (aunque no es el que destrozó la bicicleta) es puesto en prisión y condenado a morir en la horca. No es hasta dos años más tarde, después de todo el proceso de apelación, que el joven menciona a su abogada sus dos amigos y su complicidad en la compra del hachís. La abogada vuelve a la ciudad de Nueva York, donde los dos están viviendo (ignorantes de la situación de su amigo) y les dice que, si no vuelven a Malasia en un plazo de ocho días, su amigo será ejecutado. El tribunal acordó que, si los dos amigos toman su parte de responsabilidad en la posesión de drogas, deberán servir tres años cada uno en la cárcel y le salvará la vida a su amigo. Si sólo uno regresa, él deberá cumplir seis años.

¿Están moralmente obligados a volver? Si al menos uno decide volver, ¿es el otro obligado a hacer lo mismo con el fin de mantener la sentencia de su amigo a tres años en lugar de seis? Uno de los dos está comprometido y le ha hecho promesas a su prometida. ¿Cuál es su obligación hacia ella? Dice que no está dispuesto a hacer seis años, pero sí a hacer tres si el otro también regresa. Finalmente, ambos deciden volver a Malasia. Al llegar, descubren que la abogada es en realidad la hermana de su amigo. Se dan cuenta de que ella les ha mentido y que quizás hará cualquier cosa por salvar la vida de su hermano. Entonces, ¿cómo pueden confiar en ella? El acuerdo que se hizo con la corte de Malasia fue verbal, no estaba escrito. ¿Llegarán a ser colgados ellos también? ¿Podría ser su sentencia más de tres años? Ella les dice que decidió no revelar su verdadera identidad porque sabía que iban a pensar que sería capaz de inventar cualquier historia para convencerlos que regresaran. ¿Cambia la obligación que tienen con su amigo al darse cuenta del encubrimiento de su hermana? Uno de ellos cree que sí, se arrepiente y vuelve a la ciudad de Nueva York. El otro decide proceder y no está dispuesto a dejar morir a su amigo. Cuando el tribunal se reúne, el juez descubre que la historia se ha filtrado a la prensa y ha sido impreso junto con una cita de la abogada criticando la justicia de Malasia. El juez enfurecido cambia de opinión y decide que el primer joven sea colgado y que sus dos amigos cumplan con seis años de prisión. ¿Tiene algún impacto la decisión del juez en la decisión moral del tercer joven de regresar a Nueva York?

Con el fin de hacer esta pregunta aún más contundente, consideremos dos ejemplos bíblicos muy famosos:

Primero, considere cuando el Faraón demanda que las parteras de las Hebreas maten a todos los bebés varones recién nacidos (Ex. 1:17-21). Cuando el Faraón les preguntó por qué no habían obedecido sus órdenes, ellas le respondieron que era porque las mujeres Hebreas no eran como las Egipcias, sino que eran vigorosas y daban a luz antes de que las parteras pudieran llegar (Ex. 1:19). Dios parece dar su veredicto sobre su comportamiento cuando dice que “favoreció a las parteras” y “prosperó sus familias” (Ex. 1:20-21). En otras palabras, las parteras deliberadamente engañaron al Faraón, y Dios parece recompensarlas.

Segundo, Luego, por supuesto, también esta Rahab, que mintió para proteger a los espías israelíes (Jos. 2:1-7; ver también Heb. 11:31). Santiago hace un llamamiento a Rahab y lo que hizo como una ilustración de cómo las buenas obras fluyen necesariamente de la fe genuina y salvadora: “Y de la misma manera, ¿no fue la ramera Rahab también justificada por las obras cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” (Stg. 2:25). Rahab dio información falsa para poder proteger a los espías, y al parecer es aplaudida por hacerlo. Y, ¿te diste cuenta que Josué envió espías a la tierra con el propósito de engañar y perjudicar al enemigo con el fin de recabar información que el enemigo planeaba ocultar? Dios tenía espías trabajando para Él en el AT.

Parece, pues, que hay ocasiones en las que el engaño es éticamente permisible. Pero tenga en cuenta: no todas las falsedades son mentiras. Una mentira es una falsedad intencional, que viola el derecho de una persona a conocer la verdad.

Pero hay casos en que las personas pierden su derecho a conocer la verdad. La cuestión, por tanto, no es si alguna vez es moralmente permitido mentir.

La pregunta es, “¿Qué es una mentira?”. Una mentira es la declaración intencional o comunicación de una falsedad diseñada para engañar a alguien que tiene un derecho moral y legal de saber la verdad. Una mentira es la narración de algo que no es verdad a alguien a quien usted está obligado moral y legalmente a decir la verdad.

Hay, sin embargo, ciertas ocasiones en las que no estamos en la obligación de decirle a una persona la verdad (en tiempos de guerra, asalto criminal, etcétera).

Para terminar, quiero asegurarme de que nadie responda a este artículo con nada menos que un intenso compromiso con la verdad. Al argumentar, como lo he hecho, que puede haber ocasiones en las que la comunicación de una falsedad es éticamente permisible, no estoy sugiriendo que los cristianos deben convertirse en personas que toman la verdad a la ligera.

Nuestro objetivo nunca debe ser el tratar de disfrazar la verdad o el buscar alguna excusa ética para mentir, si es que la puede encontrar. Cuando el salmista describe la persona que tiene el privilegio de “habitar” en el tabernáculo de Dios y “morar” en su santo monte (Sal. 15 ), algunas de las cualidades citadas son el hablar “verdad” en su corazón (v. 2), no “calumnia con su lengua” (v. 3), y que es el tipo de persona que aun “jurando en perjuicio propio, no cambia” (v. 4). “El que hace estas cosas”, dice David, “permanecerá firme” (v. 5).

 Fuente: coalicionporelevangelio.org

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jueves, 25 de agosto de 2022

EN LA IGLESIA NO CANTAMOS PARA EVANGELIZAR

 


Por: Sugel Michelén.

Yo se que esta declaración puede resultar chocante para algunos, pero lo cierto es que en ningún lugar del NT se presenta el canto congregacional primariamente como un medio para salvar a los perdidos.

Con esto no estamos negando el hecho de que Dios puede usar las verdades de Su Palabra expresadas a través de un himno para salvar a un pecador. Hay personas que dan testimonio de que fueron alcanzadas, o al menos, inicialmente despertadas a su condición espiritual y su necesidad de un Salvador, escuchando la letra de un himno.

Pero eso no elimina la realidad de que el canto congregacional no tiene como propósito especifico venir a ser un vehículo evangelístico. Tanto en Ef. 5:19 como en Col. 3:16, Pablo dice que los creyentes se enseñan y exhortan unos a otros mientras dirigen su canto al Señor. ¿A quiénes dirigimos nuestros himnos, primariamente? Al Señor y a los hermanos.

Allí no dice nada de hablarle al incrédulo a través del canto. Para eso está la locura de la predicación, como dice Pablo en 1Cor. 1:21. Si el Espíritu Santo quiere, El puede usar esas verdades cantadas para obrar en el corazón de un pecador; pero el canto congregacional no va dirigido a ellos primariamente.

Y cuando esa verdad elemental es pasada por alto, ¿saben qué es lo próximo que suele suceder? Que la letra y la música de los himnos comienzan a ser adaptadas para que sean más potables al gusto y la mentalidad del hombre incrédulo, a la vez que se comienzan a tomar prestados algunos de los estilos que el mundo usa.

Ese es el argumento que muchos dan hoy día para el uso de cierto tipo de música en la iglesia. Y algunos piensan, incluso, que tienen apoyo bíblico para esa “perspectiva evangelística”. “Hay que hacerse judío para ganar a los judíos”, dicen algunos, basándose en las palabras de Pablo en 1Cor. 9.

Pero ¿significa eso que nosotros debemos adaptar el estilo del mundo para alcanzar al mundo? Eso fue precisamente lo que Pablo se negó a hacer cuando predicó el evangelio a los Corintios (comp. 1Cor. 2:1-5). Como dijo Spurgeon en cierta ocasión: “No debemos usar la pólvora de Dios en los cañones del diablo”.

¿Qué significa, entonces, lo que Pablo dice en 1Cor. 9? Esto no es más que una aplicación más amplia del tema que trató en el cap. 8, y que vuelve a tratar en el cap. 10, acerca de la libertad cristiana (comp. 10:31-33). “Todo me es lícito, dice Pablo, pero yo no voy a hacer nada que pueda ser de tropiezo ni al judío, ni al gentil ni a la iglesia de Dios”.

La recomendación de Pablo no es que nos comportemos como la gente del mundo para ganar al mundo. Lo que él recomienda es que hagamos todo lo contrario: que restrinjamos nuestra libertad, en aquellas cosas que puedan serles de tropiezo, para que ellos escuchen sin prejuicio nuestra predicación.

Cuando Pablo estaba entre judíos, él restringía su libertad de comer carne de cerdo, por ejemplo, para no cerrarle los oídos al evangelio. El sabía que podía comer de todo, sin preguntar nada por motivo de conciencia. Pero un pedazo de carne no era tan importante como para anular su testimonio delante de un judío incrédulo.

Ahora, cuando Pablo estaba delante de un gentil, entonces no tomaba en cuenta las leyes dietéticas y ceremoniales que regían a los judíos (vers. 21). Es en ese sentido que él se hacía de todo “para que de todos modos salve algunos”.

Pero este texto nada tiene que ver con adoptar un estilo mundano, para ganar a la gente del mundo. Ni mucho menos rebajar el contenido doctrinal de nuestros himnos, aguarlos un poco, y a veces mucho, para que el incrédulo no tenga problemas al oírlos.

En el mismo instante en que los himnos comenzaron a ser usados como un vehículo evangelístico, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, de inmediato comenzó a notarse un cambio en el contenido doctrinal de las letras.

Por un lado, los himnos comenzaron a enfocar cada vez más la experiencia de la vida cristiana, antes que la persona de Dios y las grandes doctrinas del evangelio. Por el otro lado, comenzaron a ser cada vez más sentimentales y menos objetivos.

Aunque debo aclarar que estamos hablando aquí de una tendencia que comenzó a manifestarse en esa época; pero de ninguna manera estamos implicando que todos los himnos compuestos en los últimos 100 años tienen ese problema.

Los himnos no se aprecian por su añejamiento, sino por su contenido. Pero es indudable que a través de la historia de la iglesia ha habido épocas más oscuras que otras o más superficiales, y eso se refleja en los himnos que esas épocas han producido. Y esta época en que nos ha tocado de vivir no se caracteriza precisamente por ser una de las más profundas.

 Fuente: coalicionporelevangelio.org

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